Este año
Hay quienes piensan que este año no lo van a ver. Hay quienes dicen que este año no lo van a sentir. Hay quienes opinan que este año no van a estar con Él.
Para mí es este año cuando más puedo verlo. Puedo verlo en las lágrimas de Antonia, una mujer de 83 inviernos que llora porque su José, como a ella le gusta llamarlo, lleva 16 días en un hospital por culpa de un dichoso virus, no puede verlo ni acariciarlo como venía haciendo los últimos 62 años.
Para mí es este año cuando más puedo verlo. Puedo sentirlo en la fuerza de Miguel, un frutero que se despierta a las 3 de la mañana to´ los días pa´ que en su barrio no falte de na´, como bien diría él, en unos días en los que la escasez se hace eco en los lugares más profundos de muchas neveras.
Para mí es este año cuando más creo en Él. Al igual que David, un muchacho que recién salido de la academia de policía veintitantos años, recoge la basura de todo su edificio antes de ir al trabajo, sintiéndose mejor por ese acto, pensando que quizás a su vecina de una edad más que avanzada le esté salvando la vida, evitando que ponga un pie en la calle.
Para mí es este año cuando más estoy con Él. Es ahora cuando más conversamos, y posiblemente cuando más estoy aprendiendo.
A veces, le pregunto lo que a todos nos ronda por la cabeza, el porqué de esta situación tan amarga, tan complicada, tan pobre. Él me responde que aproveche el tiempo, que le diga a mi madre todo lo que la rutina de mis 21 años me ha impedido decirle, como por ejemplo la admiración por su trabajo incansable; me recomienda que disfrute leyendo las palabras y los detalles escritos de un padre que vive por y para ello; y también, me aconseja para que aprenda de un hermano, del arte de saber utilizar las palabras perfectas en los momentos perfectos para hacer que las personas no tan perfectas alejen de su cabeza aquello que les hace mal.
Otras veces, le digo que me deje a solas, que ya sabré yo cómo cuidarme, y que ayude a los más necesitados, a los que su salud, su economía o su familia pende de un hilo fino, finísimo. Él me responde que sí, que está trabajando en ello, que no es tarea fácil, pero que hace lo que puede, y que tampoco me va a dejar a mí, porque quien más o quien menos siempre necesita un empujoncito.
Admito que en alguna ocasión sólo he hablado yo, quejándome de esto, de aquello, de qué suerte que tiene el de enfrente y qué mala la mía, que cuánto dinero y qué bien vive el que sale en los anuncios de la tele, y mas quejas que por vergüenza prefiero guardármelas. Él no me interrumpe el monólogo, pero al final, y sólo al final, me susurra diciéndome que mire, sí, que mire dónde estoy, quién soy, a quiénes tengo, que por dónde voy, y que no me compare, porque la felicidad no reside en lo ajeno, sino en lo propio. Y entonces es cuando lo entiendo todo, aunque de vez en cuando Él tenga que volver y recordármelo.
Este año creo que deberíamos reflexionar más, y pensar más, y sentir más, y preocuparnos menos. Porque al final, hay cosas, me atrevería a decir que la mayoría, que no están en nuestras manos. Pero sí en las de Él.
M.A.
Archicofrade de la Sangre.
Hermano de La Naveta.