Una Extraordinaria inolvidable
El Cristo de la Cofradía de los Gitanos culminaba el pasado sábado la celebración por el 75 Aniversario de su Bendición en una multitudinaria e inovidable Salida Extraordinaria.
La mañana del sábado, 23 de septiembre, Málaga se preparaba para lo que iba a acontecer esa misma tarde. Las puertas de la Casa Hermandad de Gitanos se abrían desde las 10:00h para recibir a todo visitante, devoto y curioso que deseara admirar el porte de Ntro. P. Jesús de la Columna sobre el esplendor de su trono en el interior del salón, aguardando su Salida.
A las 18:00h. comenzaba a llegar la afluencia de gente a la calle Frailes, crónica de una extraordinaria anunciada.
Antes de que todo comenzara, siendo las 18:45h, tenía lugar un acto también extraordinario y no menos importante… Por la gracia de las manos del artista malagueño Daniel García Romero era destapado otro de esos mosaicos que marcan para siempre, sobre la fachada de una calle, la historia, la fe y sobretodo, el arte, rendidos a los pies de una ciudad.
La magnificencia de un mosaico dedicado al Señor de la Columna, presidido por el escudo mercedario y escoltado por el cuerpo de dos dragones que sostienen su lumbre, hacían delicia en la calle Hinestrosa, lateral de la Casa Hermandad de la Cofradía. Rincón por el que, a partir de ahora, será imposible pasear sin dedicar una mirada furtiva al mosaico que allí, desde ahora, se ora.
Entonces volvieron a abrirse las puertas de la Casa Hermandad frente una gran multitud que abarrotaba una calle y esperaba impaciente. Silencio generalizado. Asomaban unas relucientes -y nuevas– potencias, poco a poco… las manos atadas del Señor entre la cadena dorada y el semblante cabizbajo de su mirada se postraban ante el público que contemplaba la escena. Sonaba el Himno Nacional y, a continuación, retumbó entre cornetas y tambores los primeros sones de La Pasión. La Pasión de Dios, hecha música, regaló los oídos de los allí presentes. Salía el Dios moreno, muy despacio, y comenzaba el desfile procesional y extraordinario.
El Cristo, que era mecido suavemente, abría camino entre la multitud de gente. Eran muchas las emociones regaladas y los piropos arrojados a su espalda gitana. El paño de pureza fastuoso que el Señor estrenaba, se derramaba y cubría su pierna con delicadeza hasta ser posado en el monte de claveles rojos que al Señor aguardaban.
La procesión avanzaba con una organización notoriamente distinta a la que acostumbra cada Lunes Santo, resaltando por ende el acompañamiento musical; siendo la popular Banda de Tres Caídas de Triana la que dibujara, tras el trono, cada paso que el atado a la columna daba.
Aún así, y pese a que algunos creen que solo es cosa del Lunes Santo, no faltaron tras la banda los gitanos que acompañaron al Manué, desde su fervor y forma particular de manifestar la Fe. Tras la marea de gorras blancas de los 130 componentes de la formación musical trianera, asomaban bailes, palmas y sentimientos de sangre calé.
El primer turno de hombres de trono lo condujeron desde la salida hasta la Plaza de Uncibay, cumpliendo satisfactoriamente la primera parte del recorrido. El segundo turno hubo de hacerse con el recorrido de regreso, suponiendo una subida ascendente en la mayor parte del mismo. Lo cierto es que, si el segundo turno no pudo presumir de la misma melosidad que el primero, es de tener en cuenta que también el esfuerzo se antojaba mayor.
Habiendo recorrido la parte del centro histórico que se correspondía con la feligresía de la Cofradía, pudimos destacar el paso por la que sea su actual sede canónica, la Parroquia de los Santos Mártires, donde tuvo lugar un emotivo encuentro con la Patrona de la misma, Ntra. Sra. de los Remedios, que salió hasta el dintel de la puerta para bendecir el paso del Moreno.
El Cristo de los Gitanos a su paso por los Santos Mártires @HdaddelaColumna #CofradíasMLG https://t.co/E8aHUYUmb3
— Palio de Plata (@paliodeplata) 23 de septiembre de 2017
Tras ello, el cortejo avanzó en su itinerario hasta llegar a su lugar originario: la Plaza de la Merced; emplazamiento donde se situase la primitiva Iglesia de la Merced la cual albergase, entre otros tesoros, la extitna imagen del Santo Cristo de la Columna desde la fundación de la Hermandad, datada de 1682. Áquel sábado celebrábamos, pues, los 75 años devocionales de la contemporánea y majestuosa talla de una de esas Hermandades que pudo -y supo- renacer de las cenizas.
La procesión continuaba, es entonces cuando el cortejo comenzaba a inundar las calles de ese barrio del que es el Cristo de los Gitanos. Lagunillas y Cruz Verde se llenaron de vida por unos instantes en aquella flamígera noche de emociones vividas y rezos a flor de piel.
Las saetas resonaron, los pétalos descendieron, y la magia calé tuvo lugar. Las manos empezaban a enroscarse hacia el cielo; un mantón se deshacía en álgidos movimientos, y de nuevo… La Pasión. El arte flamenco se fusionó por unos mágicos instantes con esta marcha procesional; en el que baile y música fueron envueltos con romanticismo en un solo sentimiento.
La Hermandad de Crucifixión recibía a su Cofradía hermana del Lunes Santo a su llegada a la cima, antes de culminar su recorrido y tocar con la Gloria calle Frailes. Se aproximaba un poco más. La gente se concentraba en los alrededores de la Casa Hermandad y unas lejanas cornetas anunciaban el regreso a su hogar.
Rendida ya la noche bajo la Luna fulgurante, se encadenaban suspiros y anhelos de ígnea pasión. Los pulsos le elevaron al cielo. Los clamores sanaron su dolor. Sonó Hágase tu Voluntad y, entonces, volvió a retumbar el Himno Nacional. De repente, como si de magia se tratase, una exclamación de «¡oh!» sostenido en el aire se apoderó de los presentes cuando la Banda de Tres Caídas enlazase el Himno con La Pasión, como despedida triunfal; el Señor volvió a surgir de entre las puertas de su Hermandad, despidiendo al gentío fervoroso que contemplaba la escena, esta vez, bajo las estrellas.
Era la 1:30h. y todo acabó. Pero para siempre quedaría el recuerdo y los escalofríos, testigos de que los sueños también son cumplidos.
De igual modo, dicen que la calle es sabia. Cuando la Banda de Triana retiró su marcha y se despidió como era debido del Señor, los aplausos inundaron la calle por muy largos instantes. Pude escuchar como alguien murmuró «La ovación de Málaga a Triana». Y es que este acompañamiento tampoco dejó indiferente, suponiendo el estreno de la banda tras un trono en la capital malacitana; formación la cual expresara públicamente, mediante sus redes sociales, el increíble sabor de boca con el que Málaga le obsequió.
No obstante, entre mis dudas cabe a cuestionar esta sabiduría popular. Esos instantes de silencios inhalados durante el marchar de la procesión y el paso del Señor, fueron casi parpadeos. Que bien aprenda la calle esa sabiduría del silencio, esa sabiduría del respeto, que todo cortejo, toda imagen y toda banda merece en su procesionar por las calles de la ciudad, convirtiéndose en símil de elogio.
Muchas han sido las opiniones arrojadas estos días acerca de la sonada Extraordinaria. Pero lo cierto es que será una de esas que se queden grabadas en la memoria de quien la vivió. Valga la pena en ello. Y el recuerdo.
Y como bien leyese quien esto escribe en lo que también es espejo de lo acontecido, las redes sociales…, «hay que ser muy Dios para soportar los azotes con tanto arte». Quede dicho.
Fotografías: Antonio S. García (Palio de Plata) y Pepe Gómez (@pepefotografia2)