Virgen de la Soledad. Origen y difusión de la iconografía en España y representación en Málaga.
Una de las iconografías religiosas que más pueblan la geografía nacional en imaginería es la de la Virgen de la Soledad, que en ocasiones podríamos confundirla con la tipología de Virgen de los Dolores.
¿Cuál es el origen de este modelo iconográfico?
En la Edad Media, Santiago de la Vorágine nos habla de cuáles fueron los Siete Dolores de la Virgen, mencionando la soledad como el último de ellos: “el de su tristísima soledad durante los días que Cristo permaneció muerto y sepultado”. Es decir, que podríamos considerar esta tipología iconográfica como un modelo evolucionado del de la Virgen de los Dolores. Sin embargo, aunque esta representación del dolor de María sea muy frecuente en el ámbito hispánico, tiene sus orígenes en Francia, llegando a España gracias a la Reina consorte Isabel de Valois (1545-1568), que fuera tercera esposa del monarca Felipe II.
Tradicionalmente, las vírgenes de la Soledad se caracterizan por estar enlutadas mientras lloran la muerte de su hijo, siguiendo la descripción atribuída al escritor místico, San Buenaventura, hiciera del momento en el que la Virgen guardaría el duelo por la muerte de Cristo: “Luego que se aproximaron a la ciudad, las hermanas de Nuestra Señora le pusieron un velo, como viuda, cubriendo casi todo rostro”. También, en algunas ocasiones, puede acompañarse de motivos que hagan alusión al Calvario, como la Cruz, caso concreto de Málaga en el que pondremos nuestra mirada.
En España, el modelo por antonomasia de Virgen de la Soledad sería el que popularizara el escultor Gaspar de Becerra en el s. XVI, inspirándose en una pintura que tenía la Reina francesa en su capilla privada. El artista recibió un encargo por parte de los Frailes Mínimos para su Convento en Madrid (Convento de la Victoria) y fue vestida con un traje de luto que pertenecía a la Condesa de Ureña. Posiblemente esta pintura siguiera modelos medievales que se habían difundido gracias a la Orden de los Siervos de María. Sin embargo, en Italia, donde se crea la Orden de los Siervos, es habitual que lo que llamaríamos «Soledad» reciba el nombre de Addolorata (Dolorosa), pero siguiendo los elementos iconográficos que en España atribuimos a la Dolorosa (luto y ausencia del puñal en algunas ocasiones). Lo mismo sucede con obras del entorno flamenco.
La imagen de Gaspar de Becerra a la que aludíamos anteriormente parece ser la primera que se realizó en España (1565), ubicándose en el Convento de la Victoria de Madrid hasta 1809, fecha en la que pasa por primera vez a la Real Colegiata de San Isidro fruto de la supresión de los Mínimos por parte de José Bonaparte. En 1813 regresa al Convento Mínimo tras la reaprobación de la orden, pero en 1836 vuelve a trasladarse a San Isidro por la Desamortización de Mendizábal. La popular imagen sería pasto de las llamas en 1936 durante los primeros días de la Guerra Civil.
Poco a poco, la Reina consiguió que la devoción hacia la Virgen de la Soledad que realizara Gaspar de Becerra se fuera popularizando, fundando una Cofradía que procesionaba cada Viernes Santo desde el cenobio hasta el desaparecido Alcázar de Madrid. El alcance que tuvo la creación de este icono mariano fue tal que desde el s. XVIII se venera otra imagen de la Soledad que tuvo bastante relevancia en la capital del reino y que sigue manteniéndola hoy día, la Virgen de la Paloma.
A lo largo del s. XVI fueron creándose numerosas hermandades por toda la geografía andaluza con la advocación de la Soledad, como sucediera en Málaga a mediados de dicha centuria, con sede en el Convento de Santo Domingo. Según narran las crónicas, ya desde 1579 contaban con capilla y panteón propio en el que dar sepultura a sus hermanos. Las fuentes que nos han llegado a hoy día hablan de cómo la procesión celebrada el Viernes Santo por la Hermandad de la Soledad era de las más importantes de la Semana Santa de Málaga entre los siglos XVIII y XIX.
La primitiva imagen de la Soledad del Convento de Santo Domingo era del s. XVIII, pero se sustituyó por la talla que procesiona en la actualidad. Adquirida en Antequera, se ha atribuido su autoría a las gubias del artista Antonio del Castillo (hacia 1692). Posteriormente, en 1975, la reemplazó la Virgen de Soledad de Juan de Ávalos, icono mariano de exquisita calidad artística que vino a romper con los ya más que conocidos cánones neobarrocos. Sin embargo, la idiosincrasia conservadora del mundo cofrade y su preferencia por la tradición ha permitido que la Soledad a Ávalos y su trono caigan en el olvido, siendo poco conocida por el público general. El descontento generado dentro del ámbito cofradiero y la presión ejercida por éste hizo que la imagen de Antonio del Castillo se repusiera para su procesión en 1979. Actualmente, la Soledad de Ávalos se venera en el Convento de las Hermanitas de la Cruz.
En 1643, el gremio de viñeros de la ciudad fundó una Hermandad que profesaba devoción a Jesús Nazareno, incluyendo la advocación “Nuestra Madre y Señora del
Traspaso y Soledad de Viñeros” en 1663, con sede en la antigua Iglesia Conventual de la Merced. La primitiva imagen de la Soledad era una soberbia talla de escuela malagueña que podría recordarnos a los postulados artísticos de Pedro de Mena. Sin embargo, la imagen se perdió tras los sucesos de 1931.
Tras estos hechos y la Guerra Civil, la Hermandad se reorganizó en la Parroquia de los Santos Mártires, a fecha de 1940, adquiriéndose una talla seriada de la virgen de la Soledad de escaso valor. En 1968, la Junta de Gobierno encargó una nueva imagen de Nuestra Madre y Señora del Traspaso y Soledad de Viñeros al célebre imaginero carmonense Francisco Buiza, que acababa de realizar la Virgen de la Trinidad para Cofradía del Cautivo. La talla se bendijo en 1969. Como anécdota, cabe destacar que esta Virgen de la Soledad lleva un puñal que le atraviesa el corazón, algo inusual para las vírgenes de la Soledad, como habíamos mencionado anteriormente.
En 1665, un grupo de panaderos funda, en la desaparecida Iglesia Conventual de la Aurora María, una Cofradía consagrada a la Virgen de la Soledad. La corporación se reorganiza en 1918 y procesiona desde la Aurora María. La talla, a la que no se le dio culto externo hasta mediados del s. XIX, se ha venido atribuyendo tradicionalmente a Pedro de Mena, pero estudios más recientes la vinculan con la producción de Fernando Ortiz. Al igual que otras numerosas obras del autor, se destruyó en el mes de mayo de 1931. En 1918 se reorganiza la corporación. En 1945, la Hermandad decide encargar al escultor Pedro Moreira López la realización de una nueva Virgen de la Soledad.
El artista copiaría el modelo destruido de Fernando Ortiz, con un resultado bastante favorable pero distante de la calidad que imprimiera el artista malagueño en el s. XVIII, sobre todo a la hora de plasmar el dolor y dramatismo del momento en el rostro de la Virgen, más dulce en la obra de Moreira. Esta efigie, se caracterizaba por presentar a la Virgen arrodillada, al pie de la Cruz, y con los brazos extendidos, implorando y llorando al cielo por la muerte del Salvador. Además, la talla se elevaba sobre una roca que nos “transportaba” al lugar y al momento de la Crucifixión.
Un antes y un después
El siglo XIX fue revolucionario para Málaga en muchos aspectos, como el urbanístico, económico o industrial, pero también supuso un antes y un después en la configuración de nuestra Semana Santa, creándose un gran número de cofradías. Una de ellas fue la del Santo Sepulcro, entre 1893 y 1894, con sede en el Santuario de la Victoria. Desde un primer momento, esta corporación se caracterizó por la sobriedad y elegancia de sus desfiles procesionales, además de ser una Hermandad que se asociaba con la burguesía malacitana.
La advocación de la Soledad sería añadida a esta corporación nazarena en 1899. Desde ese año y hasta 1914 procesionó una Virgen del s. XVII perteneciente a uno de los altos cargos de la Cofradía. En 1914 se sustituyó esta talla por otra que había sido adquirida en París, atribuyéndose al entorno de los Gutiérrez de León, con un dramatismo más acusado que en la anterior. Sin embargo, se desconoce el paradero de ambas representaciones escultóricas, posiblemente desaparecidas tras la quema de Iglesias y Conventos o en la Guerra Civil.
Tras la contienda, en 1938, la Hermandad adquiere una Virgen que había sido rechazada por las sevillanas Cofradías de la Hiniesta y los Gitanos. El autor fue José Merino Román, malagueño de nacimiento pero establecido en la capital hispalense. Esta imagen se caracteriza por romper con la frontalidad propia de muchas vírgenes. Merino Román lo consigue girando la cabeza y el busto de la Soledad hacia su derecha. El rostro de la Virgen presenta una dulzura y emotividad muy logradas, siguiendo la estética andaluza, pero sin incurrir en el dramatismo exacerbado que podrían tener otras soledades de la geografía española, casos célebres como la ya mencionada Soledad de Gaspar de Becerra, y que -como curiosidad- también es representada con un puñal atravesando su pecho. En la actualidad la imagen se venera en la iglesia de la Abadía del Císter de Santa Ana.