[Crónica Musical]: «Nostalgia de un Lunes Santo»

No estoy seguro, pero creo que estaba soñando… Jesús entraba en Jerusalén arropado por palmas y, escasos momentos después, aguardaba con Humildad y Paciencia en el Gólgota. No estoy seguro de cuándo ni cómo, pero sé que María repartía Salud mientras Jesús era prendido en Capuchinos. Todo fue cuestión de momentos, instantáneas rápidas que quedaron grabadas a fuego en mi retina. Me froto los ojos y, al pellizcarme, me doy cuenta de que no se trataba de ningún sueño, sino que es la realidad vivida. Cada vez estoy más convencido, es el sueño de los despiertos y, un día más, inicio mi camino.

En mi recorrido por la transitada Calle Mármoles, un sinfín de sillas y familias aguardan. Aún es pronto, pero el paso del Señor de la Túnica Blanca genera siempre dicha espera. No sin un arduo esfuerzo, llego al Puente de la Aurora donde, de manera decidida, me encamino hacia la explanada de Santo Domingo. Hoy es Lunes Santo, y bendito día este.

Llego justo a tiempo, pero no falto a mi cita anual. Las puertas de Santo Domingo se abren, a plena luz del día. Las filas nazarenas de la corporación de Dolores del Puente se van formando en el interior de la Parroquia y comienzan su estación de penitencia. La claridad del sol contrasta plenamente con la sobriedad de la estampa que deja el interior del templo, desde donde se sienten los primeros toques de campana. Suena tambor ronco y, aunque los allí presentes no veamos nada, los sones de “Plegaría al Cristo del Perdón” (2012) de Fco. Javier Moreno resuenan en las naves de la Parroquia. Poco a poco, los músicos de la Banda de Música Maestro Eloy García de la Archicofradía de la Expiración realizan un crescendo que viene motivado por la Salida del Santísimo Cristo del Perdón. Los dos ladrones, Dimas y Gestas, lo escoltan. El bello rostro de la Virgen de la Encarnación resplandece a la luz del sol. El silencio es sepulcral. Es en este momento cuando los músicos de la formación sienten su piel erizada, es Lunes Santo.

El Santísimo Cristo del Perdón ya se adentra en su barrio, bella estampa del recorrido y, al mismo tiempo, la Virgen de los Dolores atraviesa el dintel. El palio de estilo antequerano se mueve con contundencia. La Virgen del rostro claro, la «Dolorosa del Puente» (1994), abandona un año más su capilla para reunirse con todos sus fieles a los sones de Desiderio Artola. Nuestros caminos no se separan aquí madre porque, como cada año, volveré para acompañarte en tu estación de penitencia en la S.I.C.B., cita ineludible en mi Lunes Santo.

El tiempo apremia, me desplazo hasta la Tribuna de los Pobres y, como era de esperar, el público también se aglomera tratando de coger su sitio para disfrutar de los distintos cortejos procesionales. No me entretengo, pues la Archicofradía de la Pasión realizará su salida en escasos momentos y es cuando llego a la Parroquia de los Santos Mártires cuando el tímido murmullo de los presentes me invade. Suenan campanas, la cruz guía está en la calle y, un día más, se me encoje un pellizco en el corazón. Los nazarenos, en sus perfectas filas, alumbran el camino del Señor que, escasos minutos después, inicia la salida desde el templo. Suenan tambores, retumba la Plaza de los Mártires y es entonces cuando Simón de Ciriné ayuda a Cristo a portar su cruz a los sones de «Pasión»(2017), marcha compuesta por Alfonso López. Todos los allí presentemos entregamos nuestro corazón y arrimamos el hombro para que Nuestro Padre Jesús de la Pasión sea capaz de soportar el peso de su Cruz arbórea.

Absolutamente cegado por tal belleza, no soy consciente de que se aleja la silueta del Nazareno y, tras el transitar del cortejo, el palio de María Santísima del Amor Doloroso se asoma en el dintel de la puerta. Una vez más, puede sonar a tópico, pero, permítanme decirles que, aunque sea una obviedad, no debe quedar en el olvido. Compleja maniobra la de todos los portadores, indicaciones claras y contundentes, silencio del público allí congregado. En un instante, tres toques de campana anuncian que la “Virgen del Amor Doloroso” (1998) ya está en la calle, a hombros, rozando el cielo. No se oye ni un susurro y es que las melodías compuestas por el maestro Eloy García nos envuelven a todos y nos mecen in situ, haciendo que acompañemos a la virgen con nuestras plegarias.

Nuestro Padre Jesús de la Pasión. Banda de Cornetas y Tambores de la Esperanza. Año 2018.

Rápidamente, y sin perder el pellizco por lo vivido, soy atraído por los vítores, palmas y sones musicales a la Tribuna de los Pobres, enclave de mi infancia y lugar donde emana devoción. El Señor de la Columna ya se encuentra frente al pueblo. Son estos los momentos que te hacen percibir que la devoción traspasa cualquier tipo de fronteras. El “Rey de los Gitanos” (2009), como lo describen los acordes de Adolfo Gálvez, baila ante los allí presentes. Acaba la marcha y, en lugar de toques de tambor, Nuestro Padre Jesús de la Columna continúa su recorrido acompasado por las palmas de sus devotos.

¿Qué ven mis ojos? Una gitana de tez morena recorre Carretería buscando encontrarse con su hijo. El palio tintinea, la Virgen se mece. Los nazarenos, sin capirotes y con corona de espinas, anteceden a la Virgen María. María Santísima de la O y su hijo de los Gitanos vuelven a dejarme prendado una vez más. En contrapunto musical, suena “La Virgen de la O” (2014) de Antonio Moreno Pozo. La intimidad y recogimiento, caracterizadas por el silencio, que me habían ofrecido los instantes anteriores han tornado en clamor popular. En estos momentos mis vellos se erizan, las lágrimas se me saltan y, ante una escena de esta índole, solo queda aplaudir a la Reina de la O a su paso por Tribuna de los Pobres.

Cae la tarde, comienza un bonito atardecer. Ya lo decía y es que, cuando se sueña despierto, el tiempo no corre, sino que vuela. Tras un alto en el camino, llego a la Alameda Principal. ¡Ay, Señor, que recuerdos me trae esta cúpula formada por árboles! Pareciera de tiempos pasados, pero sigue siendo el presente. Suena una campana, el público trata de transmitir con palabras lo que sus ojos ven y, especialmente, lo que su corazón siente. El Señor de la túnica blanca, Nuestro Padre Jesús Cautivo, entra en la Alameda.

Indiscutiblemente, el Señor de Málaga mueve una fuerza devocional inmensa. Suena “Evangelio” (2013), benditas melodías que compusiese Ignacio Fortis y a quién, desde estas humildes líneas, no tengo más que palabras de agradecimiento por tan perfecta definición musical pues, ¿quién no cierra los ojos ante esta marcha y ve al Señor caminar entre la multitud? Suena la corneta y queda el solo en suspense. Ahora sí, y cuando arranca el fuerte, la túnica del Señor se mueve con fuerza. Avanza ante nuestra atenta mirada y es entonces cuando me encantaría parar el tiempo y, ante semejante estampa, sentirme arropado y protegido, arrodillarme ante ti y pedir por todos los que me rodean.

Larga espera, las largas filas de fieles que acompañan en su promesa a Jesús Cautivo y la gran cantidad de nazarenos penitentes que hacen que la espera por la llegada de María Santísima de la Trinidad sea más ansiada que nunca. Ella, aunque muchas veces se pudiera oír, nunca camina sola. Málaga entera reza a sus pies y es la Virgen de la Trinidad la que reparte, como bien dijo Pablo Manzanares, “Lágrimas de San Pablo” (2015). El Alma de la Trinidad en pleno centro de la ciudad, caminando tras su hijo, Jesús Cautivo y, un año más, acudo a tu cita y te acompaño. Ya pasa la Virgen de la Trinidad, que prosigue en su caminar para darse al encuentro de todos sus devotos y con ella, mi sentir.

Nuestro Padre Jesús Cautivo. Banda de Cornetas y Tambores del Cautivo. Año 2018.

La noche se ha apoderado del entorno. Sin haberlo planificado, mi rumbo me lleva de nuevo a Calle Carrión. Si ayer viví momentos indescriptibles, hoy no podía ser menos. La Crucifixión está de vuelta, la Hermandad llega más entera que nunca a la tremenda cuesta, popular enclave de la jornada. El Señor, coronado de espinas y luciendo sus tres potencias, es portado con fe. Los allí presentemos somos partícipes de este momento. Santísimo Cristo de la Crucifixión, eres tú quien recorre “Esa cuesta hacia tu Crucifixión” (2013), como bien definió Fernando Jiménez.

María Santísima del Mayor Dolor en su soledad camina tras él. Voces de los capataces indican la maniobra a efectuar y, siguiendo dichas palabras, el trono afronta la recta final. Suena entonces “Lacrimas et Matrem” (2014), obra de Juan José Castellano. ¿Recuerdan aquel pellizco al corazón? Soy incapaz de deshacerme de él. Arranca con el izquierdo, la virgen recorre metros y, pese al cansancio, siempre acompasa con una dulce mecida. La Hermandad está de regreso, pero se resiste a acabar su estación de penitencia.

Aún extasiado por todo lo vivido, vuelvo a recorrer las calles de mi bella Málaga para desplazarme hasta la Plaza de la Aduana, rincón que, pese a no ser el predilecto para muchos de los que estarán leyendo estas sentidas líneas, deja una estampa embelesadora que invito a descubrir.

Llega el Santo Cristo Coronado de Espinas, con su clámide y sus cuatro faroles que le escoltan. Es noche de Lunes Santo y la luna cae sobre la alcazaba de Málaga. No quiero que acabe este bendito momento, me niego a finalizar un día más. Suenan toques de campana, ¡qué dulce sonido este! El trono del Coronado de Espinas comienza a andar y ante la atenta mirada de jóvenes y mayores, “Cristo de los Estudiantes” (2006) de Francisco Grau Vegara se apodera del Teatro Romano de la ciudad. Los acordes se apoderan de todos, resuena en nuestra cabeza la melodía del “Gaudeamus Igitur” y, un año más, celebramos nuestros logros y fracasos, pedimos al Señor de los Estudiantes y rezamos por medio de su canto. Es noche de Lunes Santo, y es momento de vivirla.

¡Gracia y Esperanza, qué bonito nombre tienes! Es ahora cuando, tras lo vivido, llega el palio de la señora. Todos nos sentimos arropados “Bajo tu Manto de Gracia y Esperanza” (2006), como bien dijo José Antonio Molero Luque. La candelería encendida, único rastro de luz en la oscura y tímida noche de Lunes Santo. Último rezo y, sin ser consciente, ambos titulares entran en su Casa Hermandad.

Toca regresar a casa. El día ha sido intenso, cargado de bellas melodías y fuertes sentimientos. A mi paso por la Catedral recuerdo mis promesas cumplidas y celebro haber podido ser partícipe de la fe repartida por Jesús y su Madre. Voy de vuelta a casa y, en los entornos de la Trinidad, percibo tambores. Jesús Cautivo y su madre de la Trinidad están volviendo a su Casa Hermandad rodeados de fieles y, sin poder evitarlo, acudo a su llamada. Un último rezo, una última marcha y un último compás, poniendo así el broche de oro a la noche del Lunes Santo, rezando por no despertar de este sueño y, si dios quiere, disfrutar el día de mañana la bendita jornada del Martes Santo.

 

 

 

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