Legado de historia devocional: Santo Cristo de la Salud, Patrón de Málaga

La milenaria ciudad de Málaga cuenta con especiales iconos o símbolos que la identifican con creces frente al foráneo, y entre los suyos se erigen como baluartes de una memoria colectiva que se resiste a ser eliminada, todo lo cual, y esto es algo muy propio también de la idiosincrasia malagueña, a pesar de los intentos -algunos de los cuales han sido llevados con éxito- de eliminar nuestras raíces para dejar paso a lo novedoso (cómo no pensar aquí en el Palacete de los Condes de Benahavís -La Mundial-, el Palacio de Solesio o la Casa del Comendador en el Perchel…).

Entre esos iconos, no puede caber duda, se levantan, por encima del resto, los devocionales, por cuanto los mismos son aglutinantes del fervor del pueblo, de su memoria, de sus anhelos y esperanzas y también de sus desgracias y penas. ¿Cómo no pensar, por ejemplo, en Jesús Cautivo, que entre sus manos entrelazadas sostiene los sollozos fervorosos de tantos malagueños? ¿O en la perchelera Virgen del Carmen, cuyo Cristo-Niño se lanza al abismo de la caída con tal de salvaguardar nuestras almas mediante el escapulario, mientras lo sostiene con grácil firmeza su Madre, que mira complaciente la entrega amorosa, hasta el fin, de su más preciado tesoro?

Santo Cristo de la Salud. Finales del XIX. Archivo colección Particular.

Pues bien, entre esos iconos devocionales, aglutinantes del pasado y el presente, debemos destacar, -hoy más que nunca-, al que fuera el Santo Médico de la ciudad, el Cristo de la Salud. Bien podría decirse hoy que esta antigua escultura de nuestro Señor Jesucristo atado a la columna, llegó a ser el Cautivo del pasado, es decir, el máximo exponente de devoción en Málaga, por encima, sin ningún atisbo de duda, de otros iconos devocionales que le iban a la zaga. Y es que, además de fervorosa y devota, esta imagen fue declarada Patrón y especial Protector de Málaga y su Ayuntamiento en el año de Dios de 1649, tras haber librado de una espantosa epidemia de peste a la ciudad de forma milagrosa (o al menos, así fue entendido por los malagueños del pasado).

Actas del Patronazgo. 1 de Junio de 1649. Archivo Municipal.

La talla, -impresionante escultura barroca con retardataria estética manierista-, fue realizada en 1633 por el turolense José Micael Alfaro, escultor, que, entre otras cosas, realizó parte de las esculturas del coro de nuestra catedral o el cuerpo intermedio de la Fuente de Génova (en la Plaza de la Constitución). Desde su milagrosa aparición en plena Plaza de las Cuatro Calles (actual de la Constitución), donde se erigía el Ayuntamiento, rápidamente fue recogida por los regidores -testigos de aquel extraordinario suceso-, y declararon en cabildo hacerle fiesta y procesión todos los 31 de mayo, obligando a su asistencia cuantos gremios, estamentos e instituciones civiles y eclesiásticas hubiera en esta ciudad de Málaga. Y así quedó escrito y constituido para siempre en la memoria de los malagueños en las actas capitulares del 1 de junio de 1649.

Rápidamente, la imagen -que pasó a ser venerada en una capilla del propio Ayuntamiento-, fue objeto de múltiples donaciones, rezos y fervores por parte de los malagueños. La misma era un continuo río de gentes que acudían a pedirle al Salvador de Málaga multitud de gracias. A Él se le dedicó numerosas obras artísticas, tales como obras musicales o poemas y a Él se le pidió en extraordinarias y multitudinarias procesiones de rogativas especiales favores. En tal alta estima se tenía a esta imagen, que cada salida que tenía (lo cual no se realizaba de forma ordinaria, aunque podría decirse que era muy habitual) iba acompañada de órdenes monásticas, sacerdotes, militares, gremios, el propio Cabildo Civil y el Pueblo. Y junto a Él, también se le unía en algunas ocasiones los otros dos grandes iconos devocionales de la ciudad en el pasado: Santa María de la Victoria, -a la postre, nombrada Patrona de la Diócesis en 1867– y los Santos Mártires, San Ciriaco y Santa Paula, –Patrones de la ciudad desde la conquista de los Reyes Católicos-.

Grabado de 1785. Colección Particular.

Llegado el S. XIX, la imagen alcanzó sus más altas cotas de devoción y difusión en toda la ciudad y fuera de ella. Prueba de ello son la ingente cantidad de grabados, litografías, lienzos, esculturas de barro, etc, que existen, todavía, repartidas por diversos domicilios malagueños. Empero, este siglo fue, en sus inicios, muy convulso para el protagonista de este pequeño escrito, ya que, con la conquista napoleónica, la imagen fue desalojada de su antigua capilla en el Ayuntamiento por orden de los nuevos dirigentes franceses y fue recorriendo numerosas iglesias de manera provisional hasta que, providencialmente, fue establecida de manera definitiva en la antigua Iglesia de San Telmo del colegio jesuita, siendo entronizada en el retablo mayor del templo, presidiéndolo, y renombrada como Iglesia del Santo Cristo de la Salud en su honor. Su hermandad, -una vez la imagen no dependía totalmente de los caballeros regidores por cuanto la imagen fue despojada de su capilla en el Ayuntamiento-, pudo ser establecida en 1850, perdurando en la actualidad con numerosos altibajos (encontrándose en la actualidad de forma inactiva desde la última etapa comandada por María Josefa Rando, tras la prohibición de la procesión por parte del obispado, del Niño Jesús del Gran Poder, que fue incluido como prototitular de la Hermandad del Santo Cristo).

En estos momentos, un grupo de devotos del Patrón y hermanos de esa Antigua Hermandad (pues recalcamos: no está extinta, sino inactiva, y entre sus filas aún permanecen ciertos hermanos), intentan reorganizar, de forma definitiva, la susodicha corporación religiosa, por cuanto la misma es memoria tangible de la devoción al Santo Cristo de la Salud. Desde hace unos años hacia acá, dicho grupo viene celebrándole cultos a la Sagrada Imagen Patronal, consistentes en el rezo del Santo Vía+Crucis, con el estandarte del Señor, y posterior Solemne Ceremonia de Besacinta a la talla en Cuaresma, además de un Triduo, que culmina con la tradicional Función Votiva del 31 de nayo. Hoy, pues, Festividad del Santo Cristo de la Salud, estamos llamados todos los malagueños y cofrades a perpetuar la memoria de nuestros antepasados asistiendo a la susodicha Función Votiva en la Iglesia del Santo Cristo, que se erige, impasible, en el inicio de la Calle Compañía.

Vía-Crucis del Santo Cristo de la Salud. Cuaresma 2019.

Cuando muchos cofrades nos lamentamos por las perdidas del pasado (generalmente con las traumáticas quemas de los años 30 del siglo pasado) nos olvidamos, deliberadamente, de que, aún hoy, subsisten como pueden pequeños retazos de nuestra memoria. El Santo Cristo es uno de ellos: puro legado de nuestros antepasados, que quiere mantenerse desde la atalaya de su hornacina en la iglesia, como faro al que guiar a sus hijos malagueños. Los cofrades nos embarullamos en inútiles disquisiciones: que si tal imagen procesiona múltiples veces, que si tal otra está mal vestida, que si aquella hermandad no debería procesionar o tal otra es exquisita. También muchos otros piden formación y volver a la razón de ser de las hermandades: la asistencia a los cultos, a la eucaristía. No obstante también, muchos de nosotros solo tenemos ojos y ganas para asistir a las procesiones y nos olvidamos completamente de visitar los templos. De vivir la magia de la fe desde la introspección de los cultos internos.

Apliquémonos el cuento, pues, y asistamos a la eucaristía organizada por nuestras hermandades y, por supuesto, apoyemos con nuestra presencia los cultos de esas hermandades (generalmente de gloria o las propias patronales, como es el caso que nos ocupa) para, así, seguir perpetuando el tesoro que los malagueños de antaño nos legaron. Sino, compareceremos a la desaparición de lo poco que nos queda en esta ciudad verdaderamente auténtico y antiguo.

Altar mayor de la Iglesia durante los cultos de mayo. Año 2019. Fotografía propia.

Fotografía de portada: Última procesión de rogativas con el Santo Cristo de la Salud por la sequía de 1945.

Francisco Jesús Flores Matute.
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