Submarinos y acompasamiento musical

¿Se trata de una moda pasajera o vino para quedarse? Me refiero a dos aspectos comunes en nuestra Semana Santa actual, y que prácticamente ocurren en el ochenta por ciento de los tronos, o mejor dicho, en la forma de llevarlos. Por un lado está la ocupación por chavales jóvenes y no tan jóvenes de los varales interiores de los tronos, los submarinos. Sería interesante conocer de dónde viene esta denominación. Posiblemente venga de la similitud del paso malagueño con la mecida de un barco en la mar, o de la sensación que se vive en su interior de prácticamente estar a oscuras, algo claustrofóbico. Cuando yo empecé en esto de ser portador de tronos (si mis hijos leen esto, seguro que hacen el típico comentario de: “¡ya está papá con historias del abuelo cebolletas!”), el submarino rara vez era ocupado por nadie, si acaso alguna persona de promesa que se introducía en la íntima y oscura soledad del crujir de los varales. En los tronos con mayor demanda, lo ocupaban quienes se habían quedado sin puestos en los varales exteriores, y se le ofrecía salir allí, siempre y cuando su estatura lo permitiera. Alguna vez se metían miembros de otras hermandades para echar una mano en el tramo final de algún recorrido. También se daba el caso de mujeres, ante la prohibición de salir formalmente como una más, se las escondían para que sumaran al esfuerzo común pero desde el ostracismo (una metáfora de nuestra sociedad, y que poco a poco debemos seguir erradicando).

En la actualidad, son muchos los tronos que llevan el submarino a reventar de portadores, incluso los hay que tienen problemas para completar los varales exteriores. Se trata de una mini-hermandad dentro de otra. Forman un grupo humano muy compacto y que tienen una repercusión al exterior muy importante. El mejor ejemplo de ellos es el submarino de la Esperanza, pioneros en nuestra Semana Santa y que realizan una gran labor social que trasciende la propia de la Archicofradía perchelera. Otro de los más antiguos es el submarino de la Concepción, la Almazara (nombre escogido con gusto para recordar la relación con el gremio aceitero), quienes el próximo año cumplirán una década de existencia. Este año suman 50 portadores cuando la capacidad máxima del submarino de la Concha son 38 portadores. Año a año han conseguido ganarse el respeto del resto de portadores, quienes en sus inicios eran reacios a que unos “niñatos” (en el sentido cariñoso de la palabra) vinieran a enseñarles cómo se lleva un trono. Hoy en día, estos hombres ya, realizan un esfuerzo de meses con ensayos para el acompasamiento de las marchas, de devoción a sus titulares, de compromiso hombro como hombro que los hace necesarios. Esto del acompasamiento musical es el segundo aspecto que está haciendo más atractivo el discurrir de los tronos por las calles. El mayor exponente de esto hoy en día son los tronos de la Hermandad de la Cena. Para los espectadores es una verdadera gozada poder comprobar cómo también la música forma parte del cúmulo de sensaciones que se viven cuando pasa delante de nosotros uno de esos galeones. Ya no sólo queremos sentir el sonido de las morilleras al roce con las barras de palio, el crujir del cajillo a cada paso, los rostros de esfuerzo de los portadores, el olor a incienso, a flores y cera derretida; también nos estamos bien acostumbrando a disfrutar del pasar de un trono bien mecido al son de la música. Y que siga siendo así.

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