Y Málaga esperaba (a) su Victoria…

La noche caía sobre Málaga una vez más. La oscuridad se apoderaba de todo, y el silencio solamente era quebrantado por el ir y venir de turistas y malagueños que regresaban a sus hogares tras tomar un picoteo en algún restaurante del centro histórico, o tomarse una copa en alguna terraza viendo la Catedral, esa privilegiada vista que a todos seduce. Hasta ahí, nada parecía ser diferente a lo que cada noche vive nuestra ciudad en sus horas nocturnas.

Sin embargo, era precisamente la catedral, nuestra manquita, la que aportaba un contrapunto a su estética habitual, un detalle “insignificante” a nivel estructural pero portentoso a nivel sentimental. La rampa de acceso al primer templo, esa rampa que cada año vaticina la llegada de cortejos procesionales en nuestra Semana Santa, había vuelto a ser instalada tras más de un año y medio de ausencia desde que, llegado el mes de marzo de 2020, el tiempo se parase.

Dadas las circunstancias, esta novedad pudo parecer a muchos, entre los cuales me incluyo, toda una ilusión óptica, un sueño, pues era imposible que un deseo que se ha venido repitiendo en el pensamiento de todos los cofrades desde el pasado mes de marzo de 2020 se viese materializado. Y efectivamente así fue, un sueño, pero esta vez el de “los despiertos”.

Daban las 6.15h de la mañana cuando el entorno de la S.I.C.B. de la Encarnación comenzaba a cobrar vida. Un constante vaivén de personas iba ocupando diversos enclaves de los alrededores catedralicios para contemplar un hito histórico, la vuelta del culto externo a las calles de Málaga y, como no podía ser de otra forma, presidido por la Patrona de Málaga.

Mucho se había comentado acerca de la adecuación o no de la llegada de la Patrona a la Catedral, como bien es sabido, de forma “privada” (algo que todos los cofrades sabemos que implica) cuando, escasas semanas después se produciría un traslado “multitudinario” de diversos titulares a este mismo enclave siguiendo un protocolo concreto y en andas sencillas. Afortunadamente, la petición de la corporación para poder regresar a su templo de forma digna fue favorable y permitió que, esta vez sí, se produjese arropada por sus fieles y devotos y permitiendo a los cofrades demostrar toda su fe en forma de oración pública y compartida.

A las 6.33 se abrieron las puertas de la Catedral, contando con un gran aplauso por parte de los asistentes. Partía así un discreto cortejo, en filas de tres personas ataviadas de negro y sin portar ninguna insignia, precediendo a la Patrona. La ausencia de dichas insignias fue notable, sin embargo, gran parte de los presentes cuestionaba la ausencia del cuerpo de acólitos y, por supuesto, el característico incienso que tanto habría aportado en cuanto al sentido del olfato a esta experiencia sensitiva. Es indiscutible que nuestras procesiones son una muestra para los sentidos. La ausencia de música o incienso eran matices agridulces, pero el portentoso conjunto de aquella cita era más que suficiente para ser la primera. Fuera como fuese, sobre unas andas cedidas por la Archicofradía de la Esperanza se presentaba la Virgen de la Victoria, iluminada por cuatro cirios y exornada con flores, además de por el estreno de nueva media luna de Orfebrería Montenegro.

La Virgen de la Victoria en su procesión de regreso. Fotografía: Dani Astorga

Los vítores y aplausos, así como los rezos no cesaron ni en un solo metro de cada una de las calles que recorrió la Santísima Virgen. Las corporaciones del Cristo de la Clemencia (‘Mutilado’), Sepulcro y Estudiantes arroparon a la Patrona en su discurrir. Sin embargo, el culmen a todos los sentimientos vivenciados hasta entonces llegó a su entrada en C/Victoria.

La Virgen de la Victoria llegaba a la Casa Hermandad del ‘Rico’. De repente, desde el cielo de nuestra Málaga querida comenzó una intensa lluvia de pétalos, algo que para más inri fue acompañado del toque de campanillas. Este deleite para los sentidos arrancó un duradero aplauso por parte del público. Fue entonces cuando se hizo la magia: ojos turbios llenos de lágrimas, vellos de punta, abrazos reconfortantes y alguna que otra mirada cómplice. La emoción compartida por los cofrades era innegable, Málaga estaba de enhorabuena. Hoy la ciudad volvía a vibrar, recuperaba parte de su esencia y posibilitaba reencuentros especiales entre amigos, conocidos y allegados.

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Esto no cesó, sino que siguieron sucediéndose momentos especiales, como los ocurridos al paso por la Capilla de Calle Agua, ante los titulares del Rescate, o frente a San Lázaro, donde la Virgen del Rocío se encontraba expuesta en Veneración. La candelería que hasta entonces había alumbrado a la Virgen dejó de brillar por aquellos momentos, pues era ahora el sol de un nuevo amanecer el que señalaba los últimos metros que la Virgen debía recorrer hasta su entrada en el Santuario, algo que se produjo pasadas las 8.10h de la mañana.

Reflexionemos…

La primera toma de contacto con el culto externo por parte de los cofrades ha supuesto toda una muestra de buen hacer. El orden tanto en el cortejo (el poco permitido) como en el público allí presente era notable, la distancia prudencial entre personas al caminar visiblemente acertada, el uso adecuado de la mascarilla ha dominado el encuentro y, por supuesto, la obediencia a las indicaciones de las autoridades competentes, quienes han velado por nuestra seguridad, ha sido el correcto y el esperado ante una situación tan esperada como (pre)juzgada.

Muchos han sido los jóvenes que han salido a las calles a acompañar a su Patrona. Cientos y cientos han sido los cofrades que han guiado su caminar desde la Catedral hasta el Santuario. Sin lugar a dudas, la fe mueve montañas y se ha demostrado que la hora en la que este tipo de actos sucedan no son un impedimento o, como muchos plantean, una medida “evasiva” y “disuasoria”. Al contrario, una vez más hemos demostrado que los cofrades somos fieles a nuestra cita independientemente de cuándo se produzca por lo que, llámenme loco si lo consideran, creo que es momento de que no nos hagan “escondernos” y, siguiendo con este sentido de la conciencia, retomar una manifestación pública de fe, llevando a cabo una progresiva “vuelta a la normalidad” desde el respeto y cuidado que la situación requiere.

Sí, creo que es de recibo ser críticos y recalcar lo positivo y lo negativo. Somos un colectivo altamente castigado, con razón o no según quién, pero que ha demostrado que es posible profesar públicamente su fe, sean cuales sean las condiciones. Recalco el hecho de que no suponemos un peligro, pues volvemos a demostrar nuestra conciencia, nuestro respeto y la capacidad de adaptación a las circunstancias en todo momento.

Y como no podía ser de otra forma y como bien reza el título de esta humilde crónica, Málaga supo esperar (a) su Victoria, a su Patrona, a aquella imagen a la que tanto le reza desde su Santuario, a la que tanto venera en lo más íntimo de su ser y a la que, por obra y gracia, ha podido acompañar en la primera muestra de culto externo desde el inicio de esta “pesadilla” de la que, no sé si saldremos mejores o peores, pero sin duda, sí diferentes.

 

Fotografía de portada: Jesús Palacios

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