Entrega II – Meditaciones sobre el Santo Vía Crucis
Se va acercando la Cuaresma y es habitual que durante esta época del año en los templos, especialmente los viernes, cómo se reducen las estaciones del santo Via Crucis, una antigua tradición que se ha mantenido hasta hoy.
En diversas entregas meditaremos las diferentes estaciones del viacrucis, en concreto las propuestas por Juan Pablo II, que tienen un carácter más ecuménico y que recoge exclusivamente pasajes aportados por los evangelios. Estas estaciones serán además las que veremos representadas el próximo sábado día 5 en el Vía Crucis extraordinario por el centenario de la Agrupación de Cofradías.
- IV Estación. Pedro niega a Jesús
Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También este estaba con él. Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco. Ñ Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy. Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también este estaba con él, porque es galileo. Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente (Lc 22, 54-62)
Esta IV Estación del Vía Crucis nos invita a reflexionar en torno al miedo, el rechazo de quién queremos por el qué dirán, el papel de los acusadores constantes, y del sentimiento de culpa.
Pedro en estos momentos muestra su más clara debilidad humana. Si bien en un arranque de bravura defendió a su maestro cortándole la oreja al criado de uno de sus captores, y anteriormente le dijo al propio Jesús que su vida daría por el, cuando constata la realidad, la más cruda realidad, que no es otra que la de su maestro apresado por las más altas autoridades religiosas de Jerusalén, el miedo puede a la lealtad. Es habitual en nuestro día a día, por vergüenza o por miedo, renegar de personas a las que queremos, por no cumplir un cierto estereotipo social o no encajar en lo socialmente normativo.
Para que haya negación, es importante el papel del acusador. Aquellas personas empecinadas en hacernos sentirnos obligados a justificar con que o quién, y por que tenemos amistad o compromiso. El miedo a ser relegados hace que antes pongamos nuestro estatus normativo antes que defender aquello en lo que creemos y defendemos.
El relato de las negaciones de Pedro, es coincidente en los cuatro evangelios, por lo que denota que los evangelistas no quisieron dejar pasar por alto este debilidad de la cabeza de los apóstoles en Jerusalén tras la muerte de Jesús.
Jesús resucitado no hará reproches a Pedro, pues Él conoce nuestra naturaleza humana consustancial a la debilidad, por eso la Iglesia y las comunidades cristianas no están exentas de mantener actitudes como las que Pedro tuvo con Jesús.
- V Estación . Jesús juzgado por Pilatos
Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato. Y comenzaron a acusarle, diciendo: A este hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad?
Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No resuelvas nada contra ese justo; porque hoy padecí mucho en sueños por causa de él. Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuera muerto. Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A quién de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! Y el gobernador les dijo: Pues ¿Qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!
Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hizo más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá de vosotros. (Lc 23 1-2; Jn 33-38; Lc 23,7 13-17; Mt 28, 19,24)
El juicio civil romano a Jesús está escrito en los cuatro evangelios. Es común a todos ellos el mostrar a un Pilatos que no cree necesaria la ejecución de Jesús. También es común en los cuatro la elección que Pilato propone al pueblo entre Jesús y Barrabás, qué en los evangelios se presenta como una costumbre por la Pascua, pero de la que no hay constancia en otras fuentes escritas.
Si podemos observar matices entre el relato de los cuatro. Conforme la redacción del Evangelio es más reciente, se tienden a presentar a un Pilato más implicado en defender la inocencia de Jesús y en descargar toda la responsabilidad de su muerte en las autoridades judías.
Mateo qué es el segundo Evangelio más antiguo, introduce como novedad respecto a Marcos la petición de Claudia Prócula a su esposo y el lavado de manos de éste para materializar su inocencia en la ejecución. Asimismo en el siguiente Evangelio, en Lucas se presenta un juicio con Herodes en el que desprecia a Jesús, que Pilato entiende como prueba de inocencia, y por último Juan, añade dos diálogos de índole casi filosófico, entre Jesús y Pilatos, algo que el procurador romano no habría hecho de ninguna forma con un preso no romano y de baja extracción social.
Además Juan achaca la responsabilidad de la ejecución de Jesús a “todos los judíos”, lo que a la postre fue malinterpretado y legitimó persecuciones antisemitas.
La causa de estos matices en los cuatro evangelios son la época en la que se redacta cada uno y la comunidad a la que va dirigida.
En el último Evangelio, el de Juan, por su tono antijudío podemos ya intuir que las comunidades cristianas y judías están enfrentadas entre sí y que el cristianismo de alguna u otra forma ha roto con el judaísmo.
Comentando el juicio en si. Según Lucas son tres las acusaciones que se le hacen a Jesús: pervertir o alborotar la nación (desde un punto de vista religioso doctrinal), negar pagar impuestos al César, y proclamarse Mesías, el ungido, Rey. A los romanos no les interesaban los conflictos religiosos de los judíos, por lo tanto los argumentos que debían ofrecerles las autoridades judías debían de ser políticas.
Cuando Pilato tras interrogar a Jesús deduce que el reinado de Cristo no es un reinado mundano, sino metafórico en cualquier caso desde su punto de vista no lo ve una amenaza real. Sin embargo Pilatos cede a la presión popular, obviando el criterio propio sobre la inocencia de Jesús y atendiendo aquello que hoy llamamos “veredicto de la calle” o “juicios paralelos”. Por miedo a que los judíos pudieran acusarle de ser tibio con aquel que se proclama rey un título reservado a César, será tibio y dejara la suerte tiene inocente a manos del clamor popular.
Pilatos es el ejemplo icónico del político débil y sin conciencia que mira antes por su supervivencia política que por la ejecución de la justicia real. Desde el punto de vista histórico, Pilato fue un gobernador en exceso cruel, incluso a ojos de Roma puesto que fue destituido de su cargo por una gran matanza producida en Samaria varios años más tarde de morir Jesús.
Es por esto que muchos historiadores consideran que los evangelistas dulcificaron la imagen de Pilato con una finalidad en ese momento más antijudía que antirromana. Si bien los evangelistas nos dejan al descubierto si observamos con atención, a un hombre que no le importó matar a un inocente, y que ordenó castigos físicos antes de la crucifixión. Extremo que aportaremos en la próxima estación del Vía-Crucis.
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VI Estación: Jesús azotado y coronado de espinas.
Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó.Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él.Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura (Jn 19, 1-5)
Hay discordancia entre los evangelios de Mateo y Marcos, y el de Juan, en el momento situar cronológicamente este episodio de la flagelación y coronación de espinas.
Para los sinópticos Marcos y Mateo, estos castigos físicos se producen una vez ya está dictada la sentencia interpretándose como castigo previo a la crucifixión. Sin embargo, no hay constancia de que en las crucifixiones romanas el reo primero fuera azotado o sufriera algún tipo de martirio.
El relato que nos presenta Juan, nos hace pensarlo como un castigo -en teoría definitivo- con el que Pilato satisfacía la ira de las autoridades judías. Sin embargo al no conseguirlo, tuvo que aplicarle un segundo castigo sobre tenido la pena capital por crucifixión. En el derecho romano estaba prohibido aplicar dos condenas por un mismo delito (Non bis in idem), si bien es cierto que desconocemos las prácticas jurídicas de los gobernadores romanos en la época concreta en la que vivió Jesús en aquella zona del Imperio.
La coronación de espinas parece en cualquier caso un acto de sadismo espontáneo de los soldados romanos para burlarse de Jesús, entendiéndose que no sería un castigo ordenado directamente por el gobernador. En cualquier caso, si el principio de no bis in idem estamos muy fuerte en la Judea de los años 30, Pilato lo obvió, no ateniéndose a derecho, por lo que el Evangelio vendría a reforzar lo que la historiografía nos cuenta sobre la crueldad de Pilato, y podríamos mirar con otros ojos la presunta benevolencia del romano respecto a Jesús.