Viernes Santo sin reconciliación
En la dura jornada del Jueves Santo, herido ya por las ausencias del Miércoles; llegó, tras la Amargura y la Soledad, una dulce Esperanza… alcanzaba así casi al culmen nuestra Semana; no de la mano, sino del manto que cubre al Viernes Santo; en una tarde entre soles y grises, agotada entre los restos de la Luna Llena pasada.
Y así es como, poco a poco, todo se iba consumando. Penúltimo día en que los cortejos procesionales de la ciudad discurrirían por el nuevo trazado oficial. Viernes Santo. Otro de esos días en el punto de mira por su dificultosa desenvoltura y que, por supuesto, también prometía quedar resuelto. Nada más lejos de la incredulidad.
El Viernes Santo daba comienzo bien temprana la templada tarde, descendiendo desde el Monte Calvario hasta los pies del barrio victoriano, donde a las 16:30 horas comenzaba a desfilar el cortejo nazareno de hábito negro desde el interior del templo.
Desde entonces y hasta las cuatro de la madrugada, la Pasión y Muerte de Cristo se cernió sobre Málaga, cuando los últimos toques de campana resonaron en el barrio en el que dormita el Señor de la Ciudad, el Barrio de la Trinidad.
Doce horas. Periodo de tiempo entre el que se sucedieron hasta ocho desfiles procesionales, suponiendo uno de los días más concurridos de nuestra Semana Grande. Pero, para este día, pocas cosas cambiaron. Si bien, los excelentes cortejos procesionales mantuvieron su presencia, y la elegancia de los desfiles inundaron las calles de los barrios y del casco histórico -que esto se mantenga y nunca cambie, por favor-, fueron los horarios e itinerarios los nuevamente perjudicados en una condensada jornada, para lo que el nuevo recorrido tampoco ayudó.
Entre las Cofradías de la tarde del Viernes destacó el nuevo orden de paso, siendo las tres primeras aquellas que realizaban Estación de Penitencia en la Catedral (Monte Calvario, Descendimiento, Dolores de San Juan); los retrasos en el transcurso de la jornada; y una maraña entre calles aledañas de cortejos arriba y cortejos abajo que cuidaban en esquivarse a lo largo de un trazado que, además de más extenso, casi pareciera acabar donde empieza. Algo enredado.
Pero las Cofradías, una jornada más y al margen de todo lo demás, superaron con altura su buen hacer procesional, en el que contrastaba la tristeza del Viernes Santo con la alegría de disfrutar de un día pleno de cortejos procesionales en las calles, donde la única ausencia a lamentar fue el paso de los cortejos por la exiliada calle de nuestra Semana Santa: Carretería. De hasta cinco cofradías que transitaban por este lugar el Viernes Santo, a tan solo la Hermandad la Piedad, quien lo mantuvo.
Monte Calvario
Así, la Hermandad del Monte Calvario se abría paso desde la Victoria, con ordenado cortejo nazareno y porte de ambos tronos de digno de elogio, en una perfecta combinación música-trono; con la Banda de Mena en el Cristo, y la Banda de La Paz en la Virgen. Se hacía el silencio cuando el Yacente de la Paz y la Unidad, arropado por Nuestra Señora de Fe y Consuelo, avanzaba solemne, sin nada más que el resonar del roce de los zapatos con el suelo raso.
Mención especial en el trono de Santa María del Monte Calvario donde podía observarse como inscripción en una de las velas de su candelería «Notre-Dame», en clara solidaridad con los sucesos acaecidos durante la celebración de la propia Semana Mayor en la ciudad de París.
A destacara es, también, el itinerario de vuelta de esta Hermandad que buscó la Cruz Verde para llegar hasta la Basílica de la Victoria.
Amor
Poco más tarde, sin movernos del barrio victoriano, nos inundábamos de Amor. El Crucificado de Ortiz sobre la atenta mirada de su Madre Dolorosa hacían las delicias de un barrio que, en Viernes Santo, solo puede deshacerse a los sones de ‘Cristo del Amor’.
La entrañable Cofradía añadía como novedad a su itinerario el tránsito por calle Alcazabilla que aunó en una estampa única el Teatro Romano y la Alcazaba con las puertas de la Hermandad del Sepulcro abiertas para recibirles. El Crucificado frente al Yacente. La Caridad frente a la Soledad. Continuó avanzando por Císter y Duque de la Victoria, como nuevas estampas regaladas.
La Virgen de la Caridad lucía un espectacular exorno floral de rosas en tonos pasteles. A destacar, también, el regreso al barrio de esta Hermandad por la Cruz Verde, donde el trono del la Virgen de la Caridad quedó inundado de pétalos, y el paso en su vuelta frente la Casa Hermandad del Rocío, hecho que no se producía desde el año 2010.
Descendimiento
Desde el Barrio de La Malagueta, antes de las cinco de la tarde, producía su Salida la Hermandad del Sagrado Descendimiento. Esta Cofradía, con sede en la capilla del Hospital Noble, realizaba tan solo por tercera vez su Salida Procesional desde el interior de su nueva Casa Hermandad, dejando atrás uno de los últimos tinglaos que aún perduraban en el tiempo.
Esta Hermandad, de cortejo algo escaso y en dificultad para llenar sus varales hasta el último momento, consiguió pasear a sus Titulares por la ciudad con buena compostura. Si bien hubieron algunas dificultades perceptibles como el «encaje» de ambos tronos con las ramas de uno de los árboles del Paseo del Parque, o la entrada a Catedral -un cierto aparatosa-, destacó por encima de todo la estética que lució María Santísima de las Angustias.
Gustosamente ataviada, la Virgen de las Angustias procesionó con un estética renovada en su trono, en el que pudimos percibir un palio bordado con placas de orfebrería, ejecutado a lo largo del año por sus propios hermanos; y arbotantes en cada una de sus esquinas, que casaban perfectamente con el conjunto. Estos arbotantes, que a bien lucía por vez primera el trono, fueron cortesía de la Hermandad perchelera del Carmen, quien los cediera.
Dolores San Juan
Desde la más absoluta sobriedad y elegancia producía su salida en pleno casco histórico la Hermandad de los Dolores de San Juan, que adentrada la jornada en las seis de la tarde, dejaba entrever los cuatro majestuosos caballos del Apocalipsis cabalgados por los Jinetes de la Conquista, el Hambre, la Guerra y la Muerte. En el centro, el portentoso semblante de Cristo en su máxima Redención.
Acompañando al Cristo de la Redención llega Nuestra Madre de los Dolores, presencia dieciochesca por excelencia del Viernes Santo malagueño, que en su triste pero dulce regazo aún espera entrelazar sus manos.
Acompañado ambos tronos de un sobrio y clásico exorno floral -lirios morados el Señor y claveles blancos la Virgen- completó la Hermandad satisfactoriamente su Estación de Penitencia en la Catedral, a la que accedieron con suma delicadeza.
Piedad
Prosiguiendo con la tarde del Viernes Santo, y aún con la marcada claridad del día, era turno para el Barrio del Molinillo. La tan serena como abrumadora impronta de Nuestra Señora de la Piedad acogiendo a su Hijo sobre una cuidada alfombra de lirios, que casi los pareciera acariciar, salía para hundirse en el fervor de su pueblo.
Esta Hermandad fue la única en producir su paso por la calle Carretería y la Tribuna de los Pobres el Viernes Santo, muy esperada y arropada a su paso.
Adecuadamente acompañada por la Banda de Música de Zamarrilla, era ya próxima la una de la madrugada cuando se nos deleitó con la imponente imagen de Nuestra Señora de la Piedad mecida a los pies de la Catedral, rumbo de nuevo a su partida de origen. Estampa única tan solo un año después de la celebración del centenario de quien fuera su insigne escultor, Palma Burgos.
Sepulcro
El Viernes Santo hay muchos puntos encontrados, y varios barrios implicados, pero ninguna representa mejor este día como la imagen de Nuestro Padre Jesús del Santo Sepulcro bajo la dolorida mirada de su Madre de la Soledad. Silencio. El Teatro Romano se vuelve pedestal para acoger el catafalco del Señor que yace muerto a los pies de la Alcazaba.
Esta indiscutible señorial Hermandad del Viernes Santo produjo su Salida Procesional cuando eran las ocho y media de la tarde, que descendió -como novedad en su itinerario– por la calle Casapalma buscando Calderería y Granadapara acceder a la Tribuna Oficial.
En su itinerario de ida, la fachada de la Catedral se fundió con los fastuosos tronos de la Hermandad del Santo Sepulcro que, fiel a su identidad, transcurrió por Molina Lario hasta tomar Duque de la Victoria y realizar la ya mítica curva, no ya para la Hermandad en particular sino para el Viernes Santo en general, siendo esta la de San Agustín con Císter.
Visiblemente afectado el magno trono de Nuestra Señora de la Soledad por el notable incremento de curvas en el nuevo itinerario oficial, completó la Hermandad su satisfactoria Salida Procesional, culminando ésta pasadas las tres y media de la madrugada.
Soledad San Pablo
Desde el Barrio trinitario hacia presencia la Hermandad del Santo Traslado y Nuestra Señora de la Soledad de San Pablo. Una de las más añejas e históricas Cofradías de nuestra ciudad se da cita en la tarde, noche y madrugada del Viernes Santo.
A favor, la Dolorosa lucía la maravillosa ráfaga que estrenara en la pasada celebración del Centenario de la Hermandad, evocando su estampa añeja. En contra, la altura; aquella que la Dolorosa ganó en su Salida Extraordinaria volvía a verse perdida, una vez más, sobre su trono el Viernes Santo.
La Cofradía del Traslado y la Soledad fue la encargada de poner broche final al Viernes Santo, produciendo su encierro a las cuatro de la madrugada. Llegaron los tronos de ambos titulares visiblemente afectados, no obstante, muy arropados y vitoreados en todo momento por los allí presentes.
A destacar la perfecta conjunción entre ambas bandas y los Sagrados Titulares, acompañados por las también trinitarias Trinidad Sinfónica y Cornetas de Jesús Cautivo. Así, se colocaba punto y final, como si de un sueño hubiese tratado, a los sones de la mítica ‘Soledad de San Pablo’ de Miguel Pérez; y la marcha ‘Santos Varones’, que despedía al Señor.
Servitas
En una jornada en la que todas las Hermandades presentaron, en mayor o menor medida, retrasos, fue la Orden Tercera Siervos de María -Servitas- la excepción; que apuró todo lo que pudo hasta conseguir acortar en una hora su itinerario, encerrándose a las tres de la madrugada en lugar de a las cuatro, como tenía previsto.
Hecho con el ánimo probable de evitar todo lo posible el tránsito por la zona de bares, que inicialmente suprimió en su propuesta de itinerario y que, debido a los encorsetados itinerarios en el entorno del centro no pudo quedar resuelto en la jornada, tomando de regreso por tanto, y casi en su totalidad, el ya conocido y habitual recorrido para su cortejo.
No fue Servitas la única afectada en una noche en la que se conjuga en pleno centro la sobriedad adquirida de un Viernes Santo y el jolgorio, alboroto y dudoso ambiente de los locales nocturnos en un viernes noche cualquiera.
Un Viernes Santo completo pero no suficiente, que cerraba una Semana Santa con un regusto muy diferente. Aún queda por delante mucha reconciliación.