Estallido de emociones
La Cofradía de Pollinica inauguró la Semana Santa del reencuentro por las calles de Málaga
La realidad superó a la ficción. El eterno abrazo a la vida se produjo en la calle Parras, en esa mañana de sueños cumplidos y por cumplir. La emoción era más que palpable, el Señor volvía a bendecir a su ciudad y la Virgen tenía que proclamar la felicidad que le producía volver a seguir los pasos de sus hermanos pollinicos, de aquellos que llevan venerando 75 años a la Madre de la sonrisa eterna.
La campana volvió a sonar, el trono se volvió a alzar hasta el cielo, y la mecida era lenta. Las miradas y los gestos de los presentes se agitaban. Estaba ocurriendo. Poco a poco el dorado del frontal del trono recibiría los primeros rayos de sol. Nuestro Padre Jesús a su entrada en Jerusalén estaba en la calle. Málaga tronó en aplauso, por aquel año en el que la ciudad estuvo obligada a mantenerse en casa, por aquel año en el que la Iglesia de San Agustín recibió un auténtico reguero de fieles en un intento por mantener intacta esa ilusión y ese pellizco que volvieron a aparecer. Un aplauso por el reencuentro que se volvió a producir tras mucho tiempo, demasiado. Esas hojas de la palmera, que encuadra la escena a la perfección, ya seguían el compás que dictaban los portadores de la alegría y de la ilusión. Ocurrió en un instante que quedará grabado en la más valiosa caja fuerte de emociones que atesoramos, el corazón. De repente, volvió la vida a calle Parras. Una vida que jamás se perdió, Ellos bien que se encargan de custodiarla cada día en su recoleta esquina del céntrico templo.
Con mucha dulzura, mesura y amor. Así quiso plantarse por derecho en la calle María Santísima del Amparo, y no era para menos. Aún resonaban a lo lejos los sones de la Agrupación Musical Clemencia de Jerez de la Frontera, cuando la Banda Municipal de Música de Lora del Río inició las primeras melodías dedicadas a la Virgen que sostiene en sus manos la primavera misma. El cielo volvió a ser el efímero y cambiante techo de palio de la Señora, y las rosas color salmón perfumaron a la Virgen en su retorno a las calles. Qué tímida era la sonrisa de María Santísima del Amparo en aquella mañana del 10 de abril de 2022. Ella no quiso robarle el protagonismo a ese apretón de manos que se produjo entre hermanos; a esas palabras de afecto, amor y cariño, a veces tan necesarias de escuchar y tan escasas en tiempos convulsos. La Virgen ya estaba también en la calle, y el amor de una Madre todo lo puede. Durante unas horas nuestro Amparo y nuestra luz volvió a caminar con firme paso Pollinico.
La Banda de Cornetas y Tambores de la Hermandad del Nazareno de Almogía anunciaba que el Señor entraba en la Jerusalén malacitana. El cortejo discurría entre sinceras sonrisas. La mañana pasaba, y el alma ya se llenaba de los primeros sentimientos que regresan por estas fechas en esta bendita tierra marinera y mariana. Y es que Pollinica tomó la ciudad de Málaga, y Málaga sintió como suya esta cofradía de la inocencia. Su esencia se mantiene, y a pesar de pasar sin música por la Puerta de Buenaventura, con el fin de hacer accesible la procesión a personas con sensibilidad auditiva, los latidos del corazón volvieron a hacerse patentes al ver ese revoloteo de palmas y las primeras gotas de cera derretidas sobre el asfalto.
Con melodías eucarísticas se iba adentrando el Señor por el entorno de la feligresía de los Santos Mártires, ya que la corporación decidió suprimir su paso por calle Carretería debido a las obras que afectaban la vía. Sonidos que evocaban a la oración, a recordar esas pasadas Semanas Santas con los que nos enseñaron a amar cada detalle de nuestras cofradías y de las personas que las componen. Amor que San Juan Evangelista también se encargó de proclamar siguiendo a Jesús en su trono dorado y portando una palma rizada con cariño y esmero.
“¿Tienes estampitas?”, se escuchaba por las calles. Se produjo de nuevo ese estallido de emociones que ocasiona recoger esa estampa que ofrecen esos guantes que tenían bordados en color morado y verde ‘Pollinica’ y ‘Amparo’, respectivamente. Estampas que ahora se guardan en casas para recordar la mañana del Domingo de Dios. Llovieron pétalos para recibir a Nuestro Padre Jesús a su entrada en Jerusalén en la Plaza de la Constitución, la señorial calle malagueña fue fiel testigo de los estrenos que tantos quisieron lucir, aunque el estreno más importante no se veía a simple vista, estaba escondido en un carrito en la Alameda Principal. Los ojos de Manuela vieron por primera vez a esos hebreos; sintieron el destello del bordado de la túnica que portaba el Señor, obra de Sebastián Marchante; no parpadearon mientras escuchaba y se dejaba acurrucar en los brazos de su madre con el suave tintineo del palio al chocar con sus barras. El corazón de la pequeña ya sabe lo que es latir un Domingo de Ramos, y ella será la encargada de continuar este legado por los siglos de los siglos, y hasta que el Señor y la Virgen así lo quieran.
María Santísima del Amparo avanzaba pidiendo calle en cada esquina, haciéndose notar entre un gentío que ya olía el dulce incienso. Tras la densa nube de humo que ascendía y trataba de colarse por la candelería del trono hasta las plantas de la Señora, y bajo un sol de justicia, la Virgen caminaba y se mostraba excelsa tras la restauración ejecutada por Antonio Bernal. Los 62 nuevos candeleros brillaron con luz propia, y la primavera volvió a hacerse eterna en su mano izquierda, gracias a la rosa de oro que portó la Virgen, realizada por Manuel Fenoll y regalada por miembros de la Junta de Gobierno con motivo de la efeméride que celebra la Sagrada Titular.
Las reminiscencias históricas y el recuerdo por los fallecidos tampoco faltaron en este día tan especial. El libro de reglas llevó en su interior, con motivo del centenario de los primeros estatutos de la cofradía, los originales aprobados en 1922. Además, la Virgen del Amparo portó la medalla de oro de Jesús Saborido Sánchez, alma que vivió hasta su último suspiro cerca de su Madre, y que contempló desde un lugar privilegiado cómo el manto verde de la Sagrada Titular inundaba de Esperanza y de regocijo a todos sus hijos.
Pollinica volvió a enraizarnos con nuestra esencia, y nos recordó la importancia de mantener encendida esa llama de la ilusión, que es vida. Vida que es más bella si se vive meciendo cada instante, perdiéndose en la belleza de lo efímero, y dejando libertad y espacio a esos sentimientos que despiertan Nuestro Padre Jesús a su entrada en Jerusalén y María Santísima del Amparo. El cielo la esperaba, por eso estaba tan bello. Hoy está tan cerca de Ellos como de ti, y te seguirá haciendo sentir muy vivo. Sigue abrazando, sigue amando y sigue derrochado tu esencia pollinica. Volverá a ser Domingo de Ramos y el reencuentro entre hermanos por las calles, y entre lo humano y lo divino se sucederá como cada año. Que no sea una eterna espera, sino un dulce camino hacia un nuevo amanecer de ensueño en calle Parras. Y qué afortunados somos, porque por soñar, podemos hacerlo con un nuevo estallido de emociones por octubre. Volveremos a sentir el Amparo de María.
Fotografías: Jesús Palacios.