Corazón vs. Razón
La Hermandad de la Sentencia decidió salir a la calle a pesar de la inestabilidad de la jornada del Martes Santo
Puede que nos pasemos la vida buscando un constante equilibrio, y la vida puede no estar equilibrada a veces. Qué difícil es apartar el corazón en las decisiones racionales que implican emociones en los demás. Qué difícil es dejar a un lado la razón cuando el amor y el cariño por tus hermanos está por encima de todo. La Hermandad decidió tomar una Sentencia en firme, y con las últimas luces de una tarde complicada de Martes Santo, se puso en la calle con la mayor de sus ilusiones.
La cabeza iba a mil por hora, estudiando partes meteorológicos y posibles alternativas ante una situación complicada en la calle. Pero el corazón latía demasiado deprisa cuando la campana sonó y Nuestro Padre Jesús de la Sentencia comenzó a mecerse en el interior de la casa hermandad. Su espectacular túnica bordada le ofrecía aún más brillo a su semblante.
Y con qué dulzura siguió sus pasos María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos. Un tocado abierto con broches enmarcaba su rostro, dejando entrever su pelo tallado. Anillos y rosarios quedaban ajustados en sus manos, y cómo no, de su manto colgaba otro rosario. Sonaron con potencia las marchas triunfales interpretadas por la Banda de Música Nuestra Señora de la Soledad de la Congregación de Mena en los instantes iniciales.
Los nazarenos morados y celestes ya estaban en la calle al completo para iluminar el camino a sus Sagrados Titulares. Toda la angustia vivida en la tarde pareció desvanecerse y el corazón se encontraba latiendo feliz por el ansiado reencuentro en las calles tras los años de pandemia. El entorno de la Plaza de la Merced ya escuchaba la rotundidad de la Agrupación Musical Arroquia Martínez de Jódar (Jaén). Por primera vez, Jesús de la Sentencia procesionaba bajo los sones de este nuevo género musical en un Martes Santo, tras realizar la procesión magna ‘Camino de la Gloria’ de octubre del pasado año con la Agrupación Musical Virgen de los Reyes de Sevilla.
El corazón mandaba, la cabeza agradecía. El corazón se reflejaba en los ojos de los hermanos de la Sentencia, que bajaban calle Casapalma para buscar el Recorrido Oficial. La cabeza no podía evitar mirar hacia arriba para contemplar la evolución de las nubes que continuaban tapando las estrellas y la luna primaveral que no quisieron brillar aquella noche. Qué difícil es el equilibrio. Las tulipas color caramelo alumbraban el grupo escultórico que apresaba a un Jesús de la Sentencia que mandó en Málaga por derecho en su itinerario de ida.
La cera parecía levitar al caer en el suelo mojado de calle Álamos, y las bambalinas del palio de la Virgen del Rosario se mecía acariciando las finas barras mientras su candelería, completamente encendida, ofrecía la calidez que tanto faltaba en esta jornada del Martes Santo. Tras una perfecta maniobra, la Virgen continuaba firme y valiente en su bajada a Casapalma con ‘Procesión de Semana Santa en Sevilla’.
La cabeza ya había abandonado parte de sus preocupaciones para que el corazón tomara el pulso al reloj y a la propia ciudad. La Tribuna Oficial se disponía a recibir a Nuestro Padre Jesús de la Sentencia cuando las lágrimas del cielo no pudieron aguantar más. Los charcos comenzaban a mostrar una imagen distorsionada, el corazón pareció detenerse y la cabeza volvió a revivir sus peores pesadillas al ver cómo los paraguas se abrían en la Plaza de la Constitución. La palillera continuaba a compás, la mecida del Señor era lenta, y los aplausos, sentidos. Las lágrimas ya caían también por los rostros de los hermanos que, impotentes, soportaron un tremendo chaparrón tras el capirote o bajo los varales.
Con un ritmo acelerado, la Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos recorrió la calle Larios en un suspiro mientras su Hijo se cubría con un capote oscuro para emprender una acelerada y precipitada vuelta a casa. No había otra opción. La cabeza mandó sobre el corazón y era el momento de regresar. Y en ese momento no había que pensar en si se tomó horas antes una decisión acertada o errónea, tocaba ir todos a una, empujar hacia arriba y apoyar a una corporación nazarena que estaba viviendo una situación complicada en pleno centro histórico.
La lluvia volvió a cesar para que la subida no fuese agónica para los hermanos que acompañaban a sus Sagrados Titulares. En una noche ya rota, la Virgen del Rosario se meció hacia adelante y hacia atrás en la Plaza del Obispo. De nuevo: Corazón vs. Razón. Corazón que quería retener los bellos instantes vividos, y razón que buscaba ya de forma acelerada la calle Frailes.
Volvió a ganar el corazón en la subida de calle Casapalma. Con marchas encadenadas, Nuestro Padre Jesús de la sentencia emprendió una subida idílica, aunque solamente quedaba al descubierto su rostro y las tres divinas potencias. Y la gloria se tornó celeste de nuevo para que, ahora sí, lloviesen cientos de pétalos sobre el palio y el manto de la Madre del Rosario en calle Cárcer. Las tulipas de los arbotantes se apagaron ahogadas, el llanto de angustia se entremezcló con el de la emoción, y en las manos de la Santísima Virgen colgaban todas las súplicas de una ciudad como si de brillantes cuentas de rosarios se tratasen.
Las puertas de la casa hermandad volvieron aa abrirse horas después, de espaldas, Jesús de la Sentencia se mecía a los sones de ‘A la gloria’ para esperar a la Virgen del Rosario. Juntos, Madre e Hijo acompasaron ‘La muerte no es el final’. Ahora se miraban cara a cara llegando al cielo en un pulso eterno que despejó el cielo por un instante. La Agrupación Musical y la Banda de Música iban intercalando sus marchas procesionales hasta que María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos comenzó a realizar su última maniobra mientras se cantaba la oración de la marcha ’Encarnación Coronada’.
Y el Señor dictó Sentencia. Suave, casi como al inicio de la noche, iba introduciéndose en casa para dejar atrás un sueño agridulce. Unas horas en las que el corazón y la razón lucharon entre sí. Si por algo se ha engrandecido nuestra Semana Santa, es por la razón que han sabido imprimirle los hermanos y cofrades a lo largo de la historia, pero esta tradición tan nuestra no se entendería sin poner el corazón y el alma. Ambos elementos se antojan imprescindibles, y errar es humano y nos hace seguir creciendo. La Hermandad de la Sentencia fue todo corazón en un Martes Santo triste que pudo sentirse refugiado en las manos de la Virgen del Rosario.
Fotografías: Dani Astorga.