Rocío del cielo, reina de nuestros mundos
“Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”
(Apocalipsis 12:1)
Aurora al alba resplandeciente de lentejuelas y luceros, luna posada en San Lázaro para gloria de la Reina del barrio de la Victoria.
Sigilosamente ha llegado el día en que Rocío aúna porvenires, conjunta voluntades y crea nuevos caminos. Sus ojos son testigos del paso de los siglos y en sus manos se entretejen los destinos de los devotos que entregan a Ella una plegaria, una mirada, un suspiro de mayo…
La espera ha llegado a su fin; sabremos que ha llegado un año más la Señora de San Lázaro. Porque detrás de cada gota de Rocío, cada historia, cada pensamiento, siempre esta Ella.
Virgen que es aliento y sustento de nuestra fe. No hacen faltas coronas, no es necesario que llegue el 12 de Septiembre pues ya está coronada de amor desbordado en cada callejuela de su barrio.
Al igual que el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés como una lengua de fuego haciéndoles fuertes, intrépidos y venerables para anunciar el Evangelio con fidelidad a todo el mundo hará así María Santísima del Roció y cual blanca paloma será paráclito del cristiano y nos recordara que debemos renovar nuestra fe en Cristo, que guiados por la luz de la verdad encontraremos nuestro camino y bajo su mirada nunca estaremos solos.
A su paso ensalzara el gozo y la alegría, atrás quedarán la tristeza y la desesperanza, ella nos iluminará con la fuerza del Espíritu Santo para hacernos mejores cofrades cristianos, para que dejemos de un lado la hipocresía; el orgullo y el egoísmo. Todos esos valores que nos separan y nos alejan del camino de Cristo.
Una mirada, un camino, una voluntad….Rocío. Y es que quizás cuando se acaben nuestros mundos y naveguemos por cielos quizás teñidos de blanco. Ella seguirá tejiendo y deshaciendo nuestros destinos.