[Crónica Musical]: «Viernes Santo en la Trinidad»

Hoy no es un día cualquiera, hoy es Viernes Santo. Se abre la puerta a un nuevo día que nos regalará infinidad de momentos para el recuerdo, sin embargo, aquella alegría descontrolada del pasado Domingo de Ramos pende de un hilo. Hoy es Viernes Santo y Jesús será Crucificado, muriendo para más tarde ser sepultado. En esta tarde-noche, el negro inundará las calles y yo, con él, me fundiré en un sentimiento de tristeza mediado por la oración, sintiendo como la solemnidad se apodera de todo a su paso. Hoy es Viernes Santo y, como bien es sabido, será el principio del fin.

El ambiente que se palpa es la antítesis a días anteriores. Percibo el entorno enrarecido, las sensaciones son distintas y el día se presenta cabizbajo. Desde un engalanado Barrio de la Victoria realiza su salida en estos instantes la Hermandad del Monte Calvario. Se abren las puertas del Real Santuario. Hoy no brilla el sol, sino que las nubes oscurecen el entorno y hacen que el recogimiento sea absoluto. Suena “Benigne fac domine” (1994), de Eduardo Ocón adaptada por Manuel Gámez López y se alza sobre la plaza un bendito catafalco. Es entonces cuando se aprecia el rostro del Santísimo Cristo Yacente de la Paz y la Unidad y la Virgen de Fe y Consuelo, representando el bendito misterio de su Sagrada Mortaja, quienes ya caminan precedidos por una marea de capirotes negros.

Jesús ha muerto, desde el mismísimo Monte Calvario ha descendido para que todos los presentes vivamos esta escena de la pasión desde el recogimiento. Ya se aleja el trono del Señor, se vislumbra en el dintel un palio de cajón bordado, se puede apreciar el resplandor de la “Vigía de nuestra Fe” (2014). Bellas melodías de Narciso Pérez lo inundan todo, mientras la dolorosa, de bello rostro, camina por Calle Victoria en este Viernes Santo.

Recorro unos pocos metros y me sitúo próximo a Compás de la Victoria. La segunda de las hermandades victorianas de la jornada se dispone a salir. Es Viernes Santo, y En tu Cruz, Soledad, Caridad y Amor” (2013). Avanza el Santísimo Cristo del Amor a cuyos pies se encuentra su madre, dolorosa y arrodillada, en muestra de dolor. Acordes de Miguel Ángel Gálvez interpretados por Cornetas y Tambores, una inmensa columna de humo se eleva hasta el mismísimo cielo y deja entrever el caminar del Señor. El conjunto de acólitos se sitúa ante el trono, el cortejo avanza y los ciriales caminan.

A lo lejos, resplandeciente, Nuestra Señora de la Caridad se muestra elegante en su palio. Suena “Virgen de la Caridad” (1996) de Francisco Martínez Santiago. Brilla la candelería, más que nunca, créanme, y es que en Málaga es Viernes Santo y se reza con esencia Victoriana ante los Sagrados Titulares. Los tambores lo inundan todo, el silencio que quizás haya podido echar en falta días atrás, lo envuelve todo. Momentos de oración y solemnidad a su paso, en la penumbra de un nublado Viernes Santo, sigue el cortejo.

Santísimo Cristo del Amor. Banda de Cornetas y Tambores de la Esperanza. Año 2019.

¡Qué bonito es caminar por Calle Victoria, desembocando en Santiago y San Agustín! Ese suelo adoquinado, que tanto adoro, me conduce hasta encontrarme con el Sagrado Descendimiento. Nuestra Señora del Santo Sudario contempla como su hijo, muerto en la cruz, es descendido para ser trasladado al Sepulcro. El Viernes Santo me conmueve, me hace revivir la Pasión de Cristo desde una profundidad indescriptible. La Banda de Música Cruz de Humilladero interpreta “Totus Tous” (2014) de Javier Cámara. Junto a mí, una señora mayor entreabre sus labios para pronunciar el rezo del Padre Nuestro. Sus manos, entrelazadas portando un rosario, la acompañan en la oración. Jesús ha muerto, pero su presencia sigue estando entre nosotros y los presentes damos fe de ello.

Tras el Señor del Descendimiento camina su madre, María Santísima de las Angustias. La “Virgen de las Angustias” (2005), melodías de Juan Antonio Barros Jódar, se apodera plenamente del entorno. San Agustín es un sitio idílico y, cobijados por la torre de nuestra Santísima Iglesia Catedral Basílica, la esencia del Viernes Santo se vuelve más dulce.

Camino por las distintas callejuelas del centro. Las familias con sus niños, llevando sillas plegables, van transitando de un lado a otro. Algunos atrevidos se toman una torrija durante su paseo por la calle mientras, otros, buscan capturar la esencia del momento. El sonido de tambores resuena a lo lejos, sin embargo, de pronto, me encuentro en Calle Nueva donde, ajenos a ese sonido lejano, el más puro recogimiento hace que me adentre.

La Archicofradía de los Dolores de San Juan discurre por el centro histórico. El ambiente se enrarece, no se oye siquiera suspirar y, de este modo, sencillas y dulces melodías de Capilla Musical me transportan. El Santísimo Cristo de la Redención avanza a sones de la pieza de capilla «Redención” (2004) de Santiago Otero. Suenan golpes en el suelo, se detiene el cortejo nazareno. Las velas forman un pasillo perfecto que, al reanudar la marcha, se alinean en el centro de la calle. Pies descalzos, estación de penitencia, la esencia del Viernes Santo se apodera de todos nosotros. Suena entonces Música para la Virgen de los Dolores” (2016) de Naser Rodríguez. El cortejo avanza, vellos de punta, el palio de la señora cruje y las bambalinas se mecen. Su manto, resplandeciente, nos alumbra a todos a su paso. Es momento de oración, es momento de seguir tras ella y rezar.

Poco a poco ese sonido de tambores lejano resuena con más fuerza. ¡Ahora lo entiendo”, el terciopelo y las sandalias me lo justifica! El Santo Traslado ya abandona la trinidad y cruza el río, desplegando su inmenso cortejo de nazarenos de azul y rojo en su camino al centro de la ciudad, el cual se encuentra tras el bendito Puente de la Aurora.

Avanza el Señor, muerto, sobre la blanca sábana. Cuatro antorchas rematan el trono. Es portado por los “Santos Varones” (2015). Los sones de Alejandro Fargas por la Banda de Cornetas y Tambores del Cautivo suenan a ambos lados del río. Se aglutina la gente en los puentes colindantes para ver el discurrir del Señor del Santo Traslado. La noche ya ha caído sobre esta escena, los ropajes del grupo escultórico nos transportan a otra época. Es Viernes Santo y Jesús es trasladado al corazón de la ciudad para cumplir su promesa.

La “Soledad de San Pablo” (1995) ya se aproxima, arrodillada ante la cruz y con sus brazos extendidos. Ella nunca camina sola, Málaga entera va bajo su regazo y reza durante su Salida Procesional. Su limpio y puro rostro refleja dolor, pero a la par dulzura. Jesús ha muerto y está siendo trasladado al Sepulcro, la oscuridad se apodera de todo y mis ojos ven una escena peculiar, la del sudario de la cruz moviéndose con contundencia a su paso por el Puente de la Aurora. Los sones trinitarios hacen lo propio y, una vez más, nos deleitan haciendo que vivamos la Soledad de la Virgen en corazón y alma.

Con la noche sobre nosotros, el Viernes Santo termina de configurarse como la jornada de mayor recogimiento. Las callejuelas despiertan sentimientos antes no percibidos, la luminosidad que desprende la candelería de los palios reflejado en las vidrieras es pura poesía, y el resonar de la percusión y metales de las formaciones musicales aporta brillo.

Desde el Barrio del Molinillo llega la Virgen de la Piedad, con su hijo tendido en su regazo. Llora al pie de la cruz, expresión dura y seria pero dolorosa. Nuestra “Adoración por tu Piedad” (2017) no entiende de nada más que de sentimientos. ¡Bendita tu seas entre todas las mujeres, Piedad! Se entona un canto a la Virgen a su paso por Especería, ya próxima a la entrada al Recorrido Oficial. Es momento de sumarse a este rezo en forma de regalo a la Virgen. Se vive el Viernes Santo en nuestra ciudad a sones de José Arias Bermúdez.

Nuestra Señora de la Piedad. Banda de Música de Zamarrilla. Año 2019.

La Pasión de cristo me conduce hacia su final, es momento de acompañarlo. Ver al Sepulcro en Císter es, para mí, el momento perfecto del Viernes Santo. El Señor, tras su Estación de Penitencia, se dirige lentamente a su Casa Hermandad en un entorno de recogimiento y solemnidad. Los perfectos acordes de “Santo Sepulcro” (1999) de Antonio José Gutiérrez me estremecen. Todo está oscuro, la Catedral ilumina el entorno y, aunque no puedo ver a Nuestro Padre Jesús del Santo Sepulcro desde mi posición, dado su elevado catafalco, siento su presencia junto a mí y sé que, aunque ha muerto por todos nosotros, su presencia nos reconforta y hace mucho más llevadero nuestro caminar.

Ahora sí, ahora llega “La Soledad” (1989) de Perfecto Artola Prats. El Viernes Santo de Málaga, para mí, es sinónimo de Nuestra Señora de la Soledad a su paso por cualquier calle de nuestra ciudad, es sinónimo de acordes solemnes y fúnebres que mecen el palio de malla de la Virgen y que suenan ante el resplandeciente rostro pálido de una madre que llora desconsolada ante el fallecimiento de su hijo.

Bien entrada la madrugada, me cobijo bajo tu manto. Es momento de admirar tu belleza, de cerrar los ojos escuchando estos sones, sones que independientemente de donde me encuentre, me transportarán junto a ti. Es ahora o nunca cuando debo tomar consciencia de que el Viernes Santo pasa ante mis ojos, cuando termino de creer el bendito sueño de los despiertos, cuando me conciencio a tu paso de que comienza el camino hasta el fin.

Inicio mi regreso a casa. La oscuridad, ahora más que nunca, se apodera de todo. Tambores roncos, silencio y rezos. Una dolorosa, pequeña, ataviada de negro se vislumbra a lo lejos. Servitas pondrá el broche a mi día. Nadie habla, nadie se atreve si quiera a susurrar. Los pasos de los penitentes, los golpes en el suelo, y el pequeño sonido de esfuerzo al subir las andas es lo único apreciable. Aquí no hablo de música, aquí hablo de sensaciones en base a vibraciones que percibimos. Es Viernes Santo, y María llora.

Finaliza la jornada, no queda nadie en las calles más allá de quienes emprendemos el regreso a casa. Todas las corporaciones se han encerrado ya en sus respectivos templos y es ahora cuando, tras ser crucificado, muerto y sepultado, iniciamos una profunda fase de reflexión y oración. Él se sacrificó por todos nosotros, y nosotros hemos revivido su bendita Pasión a lo largo de esta semana. Ahora sí, solo queda esperar a su Resurrección y, como no, acompañarlo en tan gloriosa jornada.

 

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