Entrevista – Naser Rodríguez, historiador del arte, músico y profesor de Historia

En esta ocasión entrevistamos a D. Naser Rodríguez García (1987), historiador del arte, músico y musicólogo. Actualmente es profesor de Historia en el I.E.S. Salvador Rueda.

– ¿Cuáles diría que son los barrios históricos por excelencia de Málaga?

Los barrios con más historia son los preindustriales, es decir, barrios previos a la expansión desaforada de los siglos XX-XXI, y además todos ellos con una gran vitalidad cofrade, estos barrios son: La Trinidad, Capuchinos (que incluiría San Felipe), Victoria (que incluiría Lagunillas) y sobre todo el Perchel. Todos ellos son barrios surgidos al otro lado de la muralla medieval, cuando todavía existía muralla: son lo que se llama habitualmente ‘arrabales’, palabra muy digna que mucha gente, con un deje clasista, ha vuelto despectiva.

Luego están los barrios conformados tras la caída del Antiguo Régimen, es decir, los barrios industriales o los ensanches. La Malagueta surge ya en una época industrial, cuando se han derribado las murallas, y en el ámbito cofrade sólo ha dado lugar al Descendimiento (tardíamente, pues se refundó en San Felipe). La zona de Muelle Heredia-Alameda es el primer ensanche de Málaga: un ensanche es un barrio bien ordenado y diseñado, hecho para la burguesía. Esta zona tampoco ha generado cofradías, pero ha ejercido de escenario para el recorrido oficial desde hace más de un siglo. No es casualidad que estos barrios hayan sido poco fértiles para las cofradías, porque surgen cuando las cofradías, que eran como los sindicatos o los colegios profesionales del Antiguo Régimen, han entrado en decadencia igual que el propio Antiguo Régimen.

Modernamente, sobre todo tras el ‘boom’ cofrade de finales del siglo XX, toda esa expansión urbanística relacionada con la emigración desde los pueblos a la capital se siente huérfana de hermandades y por eso empiezan a surgir cofradías en barrios alejados del centro histórico. Curiosamente, las primeras se radican en los arrabales, aquellos barrios históricos que ya tenían tradición cofrade, y las pocas de más allá que se atreven a solicitar la entrada en la Agrupación, como la Crucifixión o Nueva Esperanza, son rechazadas u obligadas a participar un año de prueba.

Una vez que Nueva Esperanza se agrupa, es el pistoletazo de salida para que se formen cofradías o prohermandades en la ciudad contemporánea. Sus entornos son menos atractivos urbanísticamente y hacen recorridos más largos pero tienen una vida asegurada. Entre esos ejemplos, como Pedregalejo, Las Delicias, Cruz de Humilladero, Miraflores o Carranque, hay casos directamente de la migración rural, en núcleos casi rurales que han tenido su Semana Santa paralela, a veces con más historia que algunas cofradías agrupadas recientemente, como Churriana, Puerto de la Torre o Mangas Verdes.

– ¿Cuál de ellos considera más maltratado urbanísticamente y por qué?

Los arrabales, en general, han sido tremendamente maltratados por un sentimiento de vergüenza, culpa y clasismo.

  • Culpabilidad porque eran barrios donde tras la Revolución Industrial la población crece muchísimo y esos barrios presentan una altísima densidad de población, estando las familias hacinadas y en pésimas condiciones higiénicas.
  • Vergüenza porque muchos líderes y lo que hoy llamaríamos ‘emprendedores’ consideraban que esos barrios tan ‘pueblerinos’, tan mediterráneos, tan vivos, tan andaluces, no eran dignos de la capital de la Costa del Sol, donde la tendencia a seguir para diferenciarnos de otros puntos de Andalucía era el cosmopolitismo, y la sensación de que todo lo que venía de fuera, todo lo nuevo, era mejor: vamos, que Málaga en vez de Andalucía era una especie de Noruega pero con toros y sol, aunque luego echamos de menos nuestras raíces y montamos una portada de feria con forma y olor de biznaga o queremos elevar los espetos a Patrimonio de la Humanidad.
  • Clasismo porque la burguesía, que habitaba el centro y los ensanches, observa con desprecio a esos vecinos obreros, hasta el punto de ser vistos como lumpen, arrabaleros, barriobajeros, etc. y surge la concepción peyorativa del arrabal, que hasta ese momento era simplemente un barrio extramuros. La burguesía, históricamente, ha visto a la clase obrera únicamente como un recurso del que sacar beneficio económico, y los edificios de estos arrabales, como eran en la mayoría de casos propiedad de la burguesía, fueron deshabitándose para especular con el terreno. Si a eso le unes la altísima densidad de población de estos barrios, el sentimiento de rechazo que generaba entre las clases altas decir “soy perchelero” o “soy trinitario” y la publicidad atractiva que se hacía de las nuevas urbanizaciones donde estaba creciendo la ciudad, con mayor privacidad, materiales nuevos y mejores condiciones higiénicas, tenemos el cóctel completo.
Cofradía de los Dolores del Puerto de la Torre, Viernes de Dolores 2021.

– Hablemos del Perchel. ¿Dividir el barrio para construir la avenida de Andalucía fue su sentencia de muerte? ¿Qué consecuencias le ocasionaron al barrio?

Claro que fue su sentencia de muerte. En aquel tiempo la mayoría no era consciente, y si lo era desde luego tampoco podía hacer nada, porque apenas había mecanismos legales para evitarlo. Es muy llamativo que las cofradías de la Expiración y la Esperanza orientaran las puertas de sus casas-hermandad hacia la Avenida de Andalucía (entonces del Generalísimo), en vez de continuar recorriendo sus respectivos barrios.

Fue una campaña en la que el progreso se vendía muy bien, era eso o nada, y aunque a la larga habría sido necesaria una prolongación de la Alameda, no era necesario llevarse por delante la mitad del Perchel, que tenía 300 años de historia aún en pie, con casas del siglo XVIII que eran testigos de la mayor pujanza que haya visto Málaga, cuando esto era un puerto en el que se hablaba inglés, italiano, alemán, francés y el vino, las almendras, las anchoas y las pasas de Málaga eran conocidas en todo el mundo. Encima, súmale que la gente lee más bien poquito: ahora se echan las manos a la cabeza cuando frente al Corte Inglés han aparecido un barrio musulmán… Claro, si te cargas la historia material y tampoco difundes la historia escrita, la gente piensa que esa zona tiene 20 años de historia, en vez de 2000.

Lo que quedó tras la apertura de la avenida eran dos fantasmas supervivientes de un barrio destrozado, víctimas del paro y la consiguiente droga. Eran problemas cuya causa era social, pero se terminó culpabilizando a la propia arquitectura y al urbanismo de la situación en que vivían aquellas personas, como cuando Celia Villalobos destruyó el entorno de calle Camas porque se ejercía la prostitución, que por cierto estaba ahí desde que los Reyes Católicos abrieron la mancebía oficial. He escuchado a muchos arquitectos decir que el urbanismo irregular, intrincado, tiene la culpa de la exclusión, de la marginalidad, etc. como si no fuera más bien la falta de equipamientos sociales o de planes culturales.

Dile tú a un vecino de Santa Cruz en Sevilla, del Albaicín en Granada o de la Judería en Córdoba que su barrio es marginal porque su urbanismo es intrincado… ¡si son el orgullo de sus ciudades! En Málaga se ha vendido que la única alternativa arquitectónica es el Movimiento Moderno, y que toda la arquitectura original y propia que había aquí, con siglos de historia y de adaptación a sus espaldas, eran cascajos sin valor, puras ruinas que tenían la culpa de lo mal que estaba la gente, y que eran un obstáculo al progreso. Las comparaciones con ciudades vecinas son odiosas: si a usted tanto le gustan los rascacielos o los edificios aparatosos, váyase a Chicago, Nueva York, Shangai o Dubai, pero no destruya culturas milenarias como la nuestra, porque cuando ese modelo de ciudad caiga, por razones energéticas, las ciudades que han conservado su patrimonio tendrán futuro, pero la nuestra, una vez destruida, ya no.

– La Trinidad presenta un gran problema de solares abandonados. ¿Cuál es el principal motivo por el que esto ocurre?

Como he dicho antes, porque se especula con esos terrenos para generar más beneficios inmobiliarios. Primero se espanta a los inquilinos o a los pequeños propietarios, se les hace la vida imposible y finalmente se les hace campaña positiva de otras alternativas (rentables para otros especuladores), pero todas pasan por abandonar el barrio. Una de las razones por las que esto ocurre es porque las administraciones no protegen el patrimonio como deberían. Por un lado, no hay conciencia de que la arquitectura es patrimonio cultural (y eso se aprende desde la infancia), se ve sólo como patrimonio privado del que sacar patrimonio.

Toda esa gente que dice “muy bien, que tiren el edificio que para eso es suyo” o “si quieres conservarlo cómpralo tú y arréglalo tú” no se ha leído la Constitución ni las leyes de patrimonio que dicen que el patrimonio histórico, más allá de su propiedad privada o pública, es algo que debemos conservar para disfrute de todos. No estamos hablando de chavismo bolivariano ni de bolcheviques, estamos hablando de la Constitución. Nadie le dice al Duque de Alba que demuela el Palacio de Dueñas, que para eso es suyo. ¿Por qué a cualquier propietario malagueño de una casa de 300 años se le jalea para que la demuela? Eso también es culpabilidad de las administraciones, tanto la Junta como el Ayuntamiento. La Junta, porque declaró como Bien de Interés Cultural al Centro de Málaga, pero no así a la Trinidad ni el Perchel, y también porque delega toda la responsabilidad en el Ayuntamiento, aunque le corresponda tutelarlo. El Ayuntamiento, porque es quien se encarga de hacer el catálogo de edificios protegidos y quien marca las pautas para hacer edificios nuevos en esas zonas.

En la Trinidad nada estaba protegido salvo las iglesias y un par de viviendas. Todas las casas se pueden demoler y construir edificios más grandes: el resultado es que se ha llenado de solares esperando a que construyan en ellos más plantas de las que había. Para esos edificios, si la pauta es “haz lo más moderno que te apetezca”, imagínate… Otra cosa sería que la normativa obligase a reponer todos los elementos catalogados: rejas, tejas, cerámica, elementos de piedra… y reconstruir con técnicas tradicionales, pero eso no existe en la normativa, así que si alguien lo hace es porque tiene sensibilidad y cultura, y el dinero abunda en ciertas manos, pero esas cosas no (o al menos no para el disfrute de españolitos de a pie, sino para sus mansiones privadas).

– Capuchinos no presenta tanto solares pero sí ha perdido tipismo…

En Capuchinos los solares abundan sobre todo dependiendo de qué calles hablemos: Carrera de Capuchinos era hasta el año 2000 la calle con más corralones de los siglos XVIII y XIX, y era preciosa, llena de macetas. Hoy es toda entera un solar. Las calles Chinchilla y Parras son puros descampados. El tipismo es consecuencia de las costumbres de unos barrios bien habitados: cuando se despueblan se pierden esas costumbres. Hay algunos proyectos aislados que dan esperanza, por ejemplo, la recreación de pinturas murales neobarrocas, que para mí marcan una tendencia a seguir, o el Museo del Vidrio, cuyo propietario es todo lo contrario de esos propietarios faltos de sensibilidad, pero como él mismo cuenta, el edificio del museo se conserva únicamente porque él se empeñó, y se gasta lo que haga falta de su dinero para legar a la ciudadanía la belleza que pueda coleccionar y crear.

Hermandad del Prendimiento, Semana Santa 2021.

– ¿Qué valoración podrías hacerme de la evolución del centro histórico los últimos 50 años? ¿Crees que la actividad urbanizadora se ha centrado en demasía en calle Larios y sus alrededores?

Si le preguntas a cualquier malagueño seguro que te dice que la ciudad está mejor que nunca, que el centro está muy limpio, que hay muchas discotecas, muchos bares y muchas terrazas, que eso da mucho trabajo (por cierto, peor pagado y más inestable). Pero ha llegado la pandemia y el centro se ha quedado muerto. Se ha hecho evidente que el barrio había dejado de ser un barrio vivo y había pasado a ser un simple escaparate para turistas, donde la historia y los malagueños éramos la última preocupación, y lo único que ha importado ha sido el enriquecimiento de unos pocos a base de hostelería, hoteles y apartamentos turísticos, y ha quedado de manifiesto que todos esos empleos que se valoraban tanto eran tremendamente precarios.

Por otro lado, ese ‘cambio espectacular’ que tanta gente alaba, no es exclusivo de Málaga, sino común a todas las ciudades de Europa: vas a Leipzig, en Alemania, o a Manchester, en Inglaterra, y te encuentras las mismas calles llenas de terrazas con estufas de gas. No es que se haya ‘puesto a Málaga en el mapa’, es que Málaga ha seguido una tendencia común a muchas ciudades que han vendido sus centros a la hostelería, perdiendo a los vecinos y al comercio histórico (que también tendría que haberse sabido adaptar y muchas veces no ha sabido). Lo curioso de esas ciudades es que venden como algo atractivo sus barrios industriales y nosotros, que teníamos arrabales con 500 años de historia y de arte, reconvertidos en barrios obreros, no vamos a poder ni mostrarlos como ‘algo atractivo’ a población joven (gentrificación) porque son puros descampados. A toda la gente que se ha tirado años diciéndome que si yo prefería que Málaga fuese un decorado muerto por ‘exceso de patrimonio’ como Florencia, Venecia o Praga, yo le diría, ahora que ha llegado la crisis económica: al menos ellos tienen patrimonio, pueden salir de la crisis gracias a ese elemento característico y único, pero, ¿y nosotros? ¿Qué nos queda ya?

– ¿Crees que las hermandades ubicadas en estos barrios deberían haber alzado la voz al defender el urbanismo de sus barrios?

Cuando alguna vez lo he planteado, los cofrades me han dicho que esa no era su guerra. Algo así como ‘al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’. Sin embargo, voy a dar una serie de razones:

  1. Ahora muchas de esas cofradías tienen problemas para llenar filas de nazarenos o para llenar los tronos, porque sus barrios se han convertido en descampados y ¿quién se va a acercar a la cofradía a diario si le pilla a 10 km de distancia?
  2. El recorrido por los barrios, de ida o de vuelta, carece de interés, se hace lo más rápido y corto posible, porque no hay vida, no hay aplausos en los balcones, no hay público, no hay un entorno bello para los espectadores. Transmiten incluso inseguridad.
  3. Si las cofradías hacen una labor social, el despoblamiento es un problema que les atañe, porque esos barrios han sido víctimas de ‘asustaviejas’ para ser convertidos en solares a la espera de empresas que los conviertan en un monopolio de apartamentos turísticos. Antes he dicho que las cofradías eran como los sindicatos del Antiguo Régimen. A lo mejor la labor social no es sólo abrir un economato.
  4. Gran parte de esos problemas relacionados con la falta de público o la falta de respeto del público a altas horas de la noche tiene que ver con el despoblamiento del centro y de los arrabales. Si la mayoría del público viene de barrios de la periferia e incluso de ciudades dormitorio como Cártama, Rincón de la Victoria o Torremolinos y en el centro los únicos habitantes son turistas que vienen a emborracharse o jóvenes que van a la discoteca hasta que amanezca, ¿qué nos vamos a esperar? Antes esos problemas no existían porque las procesiones volvían respaldadas por los vecinos de sus barrios o de barrios cercanos, que volvían a pie, sin tener que estar pendientes del transporte público o privado.

– ¿Cree que el derribo de La Mundial marcó un antes y un después en la sensibilización de la ciudadanía malagueña contra la destrucción de su patrimonio histórico?

Sí, por supuesto. El mérito de La Mundial no es tanto el valor del edificio como el valor simbólico que ha supuesto para lucha contra la destrucción del patrimonio histórico. El edificio era valioso como obra de Strachan, autor innovador que introduce en Andalucía las pautas de la Escuela de Chicago, el nacimiento de la arquitectura moderna, y cuya obra maestra es la Calle Larios. Sin embargo, el mayor valor del edificio, más allá de que fuera de los Heredia o los Loring (como si se hubieran llamado Fernández o Pérez), era lo bien pensado que estaba para formar parte de un conjunto mayor, el del centro de Málaga, y esa es la visión que le ha fallado a Málaga: que no ha sabido ver el valor de su conjunto armónico, sin monumentos que destacasen por encima de los demás, salvo la Catedral y cuatro parroquias, donde todas las clases sociales y todas las épocas estaban representadas.

Para representar la época actual (o lo que nos quieren vender como actual, ignorando los problemas climáticos, sociales y energéticos del siglo XXI) tienen toda la expansión de la ciudad, que sigue huérfana de identidad. Es curioso, porque barrios de la Carretera de Cádiz o de la zona norte tienen más fotos del Cautivo que la propia Trinidad, gracias a la diáspora de los habitantes de los arrabales, que se han sentido huérfanos de identidad y por tanto han reproducido en los nuevos barrios los elementos característicos de sus barrios de origen, legando esas costumbres o devociones a sus hijos y nietos.

Lo que también ha dejado patente La Mundial es que esta es una lucha desigual: un ciudadano de a pie contra las grandes fortunas y contra una administración corrupta es David contra Goliat, pero si la ciudadanía se une, investiga y actúa en consecuencia, defendiendo sus derechos (porque el patrimonio histórico es un derecho contemplado por la Constitución y por la UNESCO), somos como hormigas que pueden contra un gigante. Otra cosa que da que pensar es la frecuente corrupción de la administración a la hora de vender a los grandes empresarios lo que es un derecho de la ciudadanía, pues si tan corruptos parece que son los políticos, y los hemos puesto nosotros ahí con nuestros votos, la culpa de no haberlo pensado mejor o no haberlos sustituido a tiempo es nuestra.

– ¿Cuál es el mayor reto que tiene ahora mismo Málaga con su patrimonio urbanístico?

Tiene muchos retos:

  1. Crear conciencia sobre lo que es patrimonio urbanístico. Patrimonio no es sólo la historia de los ricos (grandes palacios, grandes iglesias): patrimonio es la huella que dejan todos los elementos de la historia, y aunque su propiedad sea privada, su tutela y disfrute es un derecho de todos. Lo que no se conoce y no se ama no existe y no se conserva.
  2. Mantener vivo ese patrimonio, haciendo frente a quienes lo ven como un puro recurso del que sacar dinero aunque eso implique destruirlo. Ya hemos visto lo que conlleva su destrucción: quedarnos sin alternativas. La mejor forma de mantenerlo vivo es que el patrimonio esté habitado y que el tejido económico esté bien diversificado, es decir, que no todo el mundo viva del turismo o de la industria, sino que haya un poco de todo para que cuando llegue una crisis un sector tire del otro y viceversa. Muchas veces un propietario quiere restaurar y no tiene dinero, nadie le da subvenciones o no sabe conseguirlas, y en cambio otro propietario tiene todo el dinero del mundo pero no sabe lo que es la sensibilidad. Hay países en los que incluso existen asociaciones que compran edificios antiguos para restaurarlos y luego cada socio se va quedando con un piso, o montan equipamientos.
  3. Esto es polémico, yo abogaría por reconstruir o recrear lo perdido, con cabeza y siendo conscientes de la realidad. Ahora que hemos estado confinados durante tres meses, que ha habido toques de queda o que la ciudad estaba vacía en plena tarde, hemos sabido lo que significa tener un balcón o un patio. Hemos sabido lo que nos ayuda una planta bien cuidada, hemos sabido lo que nos alegra ver y escuchar a los pájaros urbanos… Qué mejor forma de combinar la tranquilidad, la naturaleza, y a la vez vivir en el centro, que un corralón adaptado a las comodidades y a la privacidad actuales. Hay muchos jóvenes solteros, o mucha gente que decide vivir soltera toda su vida. Los corralones del Perchel, la Trinidad o Capuchinos eran insalubres para familias de 8 personas, pero no para personas solteras o parejas que tienen su apartamento con vistas al exterior y al patio y algunos elementos comunes para hacer vida social. No podemos reconstruir los arrabales que han sido reducidos a descampados repitiendo los mismos fallos que tenían antes de desaparecer: aunque se reconstruyesen edificios lo más parecidos a como eran, habría que dedicarlos a equipamientos culturales, deportivos, sanitarios, zonas verdes en su interior… no sólo a viviendas, porque si no la calidad de vida empeoraría. Una ciudad más concentrada reduciría la dependencia del transporte y acortaría los desplazamientos, ahorrando tráfico, energía, dinero y tiempo de nuestras vidas: no hemos inventado nada, esas eran las ciudades que existían antes de la invención del automóvil. Por último, esos barrios, bien cohesionados, bien habitados, bien vividos, disfrutados, a la larga se convertirían en un elemento de identificación y algo atractivo para el turismo, siempre que la normativa no se pervierta y volvamos a echar a la gente de sus barrios para convertirlos únicamente en apartamentos turísticos.

 

Fotografía de Portada: Naser Rodríguez, historiador del arte, músico y profesor de Historia.

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