La oración de un pueblo
La magnificencia de la Archicofradía del Huerto quedó patente en una salida procesional impecable de un nuevo Domingo de Ramos
La oración de un pueblo tomó forma de notas negras, blancas y semicorcheas gracias a la marcha procesional compuesta por Adrián Ramos Contreras. La oración de un pueblo es ese nazareno que ya viste de morado en su casa hermandad y ayuda a colocar la sardineta azul a su hermano antes de iniciar la salida procesional en el Domingo de Ramos de la ilusión y del reencuentro con nuestras emociones dormidas en el huerto de los olivos. La oración de un pueblo fue ese aplauso al levantar la cruz guía y recorrer los primeros metros a la otra orilla de la ciudad.
El olivo de la Plazuela de la Virgen de la Concepción se agitaba por la leve brisa marinera que corría a primera hora de la tarde. Y tras él, como si de una inmensa ramificación de fe se tratara, el olivo que aún se enmarcaba en un bello salón de tronos comenzaba a mecerse. La oración de un pueblo fue exclamación al ver cómo el trono de Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto recibía la claridad de ese día tan señalado. No es ningún secreto si se afirma que el Domingo de Ramos en Málaga tiene magia, y en parte es gracias a momentos como la salida de la Archicofradía del Huerto. Ahora sí, el olivo del que brotan las más sinceras oraciones de un pueblo ya estaba de nuevo en la calle, mientras que los presentes observaban las dimensiones de la puerta por la que se produjo aquella magistral y dulce salida, intentando comprender cómo es posible que ese inmenso y bello trono puede procesionar por las calles de Málaga.
Pero ante todo, estaba Él, mirando al cielo, portando su túnica morada bordada y unas personalísimas potencias que le aportan mayor prestancia a todo su conjunto. Jesús orando en el Huerto comenzó a caminar siguiendo la señal del Ángel confortador, y Málaga hizo lo propio tras su olivo. Por primera vez, el Sagrado Titular pudo caminar sobre el trono ejecutado en su totalidad, tras los trabajos de restauración, plateado y dorado realizados en los últimos años.
Málaga sonó a Málaga. La Banda de Música Vera Cruz de Almogía interpretó ‘Concepción’ del maestro Artola para que Nuestra Señora de la Concepción culminara esa oración mirando también al mismo cielo al que suplicaba minutos antes Jesús Orando en el Huerto. La elegancia del andar de la Virgen de la Concepción es indiscutible, brilló más que nunca, quizás fue producto de esas lágrimas de los archicofrades que no se pudieron contener al verla de nuevo tras ellos, o tal vez por ese conjunto exquisitamente rematado por el bordado de las bambalinas laterales del palio, bajo diseño de Salvador Aguilar y ejecución de Manolo Mendoza.
El Huerto estaba en la calle. Al fin, se estaban produciendo de manera simultánea hasta 250 oraciones tras los capirotes morados y azules. Cada uno a su manera; en silencio; con rosarios en las manos; descalzos; correteando por el corralito de la guardería, fiel cantera que garantiza el crecimiento de esta corporación nazarena por muchos años más; con cirio, bastón o campanas, o desde las mismas aceras, observando lo que un día fue y hoy continúan otros.
La oración también se fusionó entre distintas corporaciones. La Archicofradía del Huerto y la Congregación de Mena se unieron en un fraterno abrazo al paso de la procesión por la Plaza Fray Alonso de Santo Tomás. Bajo la melodía de ‘Al Señor del Huerto’, interpretada por la Agrupación Musical Cautivo de Estepona, el Sagrado Titular rezaba por una buena Semana Santa que estaba arrancando de la mejor manera posible. Ni un bendito sueño podía jamás igualar el sentimiento de aquel día tan esperado en el que ya no pasaban las horas y los minutos apoyados en los quicios de las ventanas mirando calles vacías, o haciendo eternas colas para venerar a Jesús orando en el Huerto y la Virgen de la Concepción desde el interior de la Iglesia de San Julián. Eran Ellos los que salieron a nuestro encuentro a iluminarnos, a rezar por nosotros, y a tomar como propias esas oraciones de un pueblo que se vistió con sus mejores galas para hacerse pequeño ante el Señor de brazos abiertos.
El sonido de las campanillas en la puerta de la casa hermandad de la Congregación de Mena recorrieron toda la ciudad al llegar la Virgen de la Concepción frente al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas y Nuestra Señora de la Soledad Coronada. Su saya burdeos dorada estilizaba su figura, y su mirada alzada quedó enmarcada por un delicado tocado sobre el que se dispuso una joya con el dibujo de la Inmaculada Concepción, y un puñal que atravesaba su corazón. Pero su espalda está siempre protegida por las raíces de la fe, por las raíces de ese olivo al que sigue María siempre con paso firme sobre su trono dorado. En esas raíces crece cada año la auténtica fe, ahí quedaron las oraciones más intimas de un pueblo que volvió a sentir cómo sus particulares ángeles de la guarda estaban junto a ellos, siempre indicándoles el camino a seguir por los cirios morados y blancos.
La calle Nueva pareció ensanchar al paso de los voluminosos tronos antes de comenzar a transitar por el Recorrido Oficial. Málaga no pudo más que aclamar ante Jesús Orando en el Huerto y la Virgen de la Concepción, aplaudir y observar con detenimiento el exorno que recreaba el mismísimo Getsemaní con flores en tonos rojos, morados y verdes y un monte de corcho salpicado por más especies vegetales enraizadas a los pies del Señor. Toda esa variedad cromática fue creando sombras conforme la noche iba tomando protagonismo en la jornada y la iluminación de los arbotantes se reflejaba sobre el cajillo, aportando una plasticidad magistral al conjunto. La Virgen de la Concepción perfumó las calles de la ciudad con la pureza de sus flores blancas, poco más necesita una obra acabada con tanto gusto y que derrocha sabor a Málaga en cada detalle de su alto cajillo.
Si sublime fue el discurrir de la Archicofradía del Huerto en su itinerario de ida, no fue para menos el regreso a casa. Lejos quedaron esos años en los que el cansancio se notaba en exceso bajo los varales, provocado una tortuosa vuelta a la casa hermandad. Los tronos se elevaban al mismísimo cielo, porque aún querían seguir acariciando esas estrellas a las que iban dirigidas tantas oraciones del pueblo. La altura del olivo produjo algún parón por las calles aledañas a Larios para poder sortear los cables con solvencia.
El pueblo no tenía prisa. La oración se prolongó por más de ocho horas. El Huerto volvió a ser el pellizco con olor a vainilla por esa profusa nube de incienso que precedía a la Madre de la Concepción y la excelencia en el cortejo nazareno. Fue todo un deleite para los sentidos poder contemplar la procesión desde su inicio hasta el final, y quedarse casi inmóvil viendo ese olivo, plasmado en el manto de la Dolorosa, alejarse al son de gloriosas marchas. Y es que no hay nada más serio que celebrar con gozo el Domingo de Ramos, y eso bien lo saben estos buenos archicofrades del Huerto. El pueblo volvió a orar, y la oración volvió a pertenecer al pueblo, sin exclusión alguna. Y en este aspecto, tampoco hubo matices.
Fotografías: Jesús Palacios.