Regreso a casa
La Archicofradía de Pasión pudo completar su Estación de Penitencia desde su sede canónica, la Iglesia de los Santos Mártires
Esta Semana Santa del 2022 será recordada por muchas cosas, entre otras, por el regreso a las emociones que quizás sentíamos olvidadas, por la vuelta de los cortejos nazarenos a las calles, y por esos itinerarios trazados en el colectivo individual de cada uno para organizarse cada jornada. Pero en este caso hablamos de un auténtico regreso a casa, de una ansiada salida procesional desde el interior de la propia sede canónica. La Archicofradía de Pasión pudo comenzar y finalizar su Estación de Penitencia desde la remozada Iglesia de los Santos Mártires. Tras más de dos años en la Iglesia de Santiago Apóstol, la corporación del Lunes Santo pudo trasladar a Nuestro Padre Jesús de la Pasión y María Santísima del Amor Doloroso a su templo durante la Semana de Pasión.
La pandemia nos ha arrebatado la oportunidad de poder disfrutar de la salida del cortejo desde la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, pero hay que reconocer que como en casa no se está en ningún sitio, y la Archicofradía de Pasión volvió a mostrar a su ciudad un nutrido cortejo nazareno que partió desde la Iglesia de San Julián. La solemne salida se completó a la perfección por parte de ambas secciones, comenzando un breve itinerario de ida hasta llegar al inicio del Recorrido Oficial en la Plaza de la Constitución.
La corporación perfumó las calles con ese incienso que huele a Semana Santa en la calle, el de siempre, el que te envuelve en una nube que poco a poco el Nazareno va despejando con su cruz con remates dorados para avanzar silente y sereno por el centro histórico. Las Bandas de Cornetas y Tambores del Paso y la Esperanza, y la de Música Municipal de Arahal conjugaron los sones clásicos y melódicos para que los Sagrados Titulares se mecieran despacio y siempre a compás. El exorno floral en tonos rojos ‘sangre de toro’ para el Nazareno, y blanco para la Señora exornaron de forma exquisita ambos tronos. Ese fraterno apretón de manos se sintió en la tarde noche del Lunes Santo al paso de esta Archicofradía, que en su máxima excelencia y pureza, nos retrotrae a lo de siempre, a lo más puro y natural.
¿Hay algo más típico que congregarse por los alrededores de la Santa Iglesia Catedral o adentrarse en las naves del primer templo malacitano para contemplar la magnificencia de la Archicofradía de Pasión? Son tradiciones que pasan de generación en generación, y constituye uno de los puntos álgidos no solamente de la jornada, sino de toda la Semana Santa de Málaga. Las bóvedas hicieron que el sonido claro de las campanas de los tronos retumbase, y que el rezo se prolongase para dar paso a una noche de ensueño para regresar a casa.
La Málaga cofrade quiso esperar a los nazarenos morados en el Patio de los Naranjos y la calle San Agustín. Pocas veces ocurre, pero el respeto imperó en esos metros en los que la Pasión del Señor y el Amor Doloroso de la Madre de manos entrelazadas caminaron al son de marchas escogidas para la ocasión.
La plata del trono de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, restaurado por completo por Orfebrería Montenegro, relució bajo la luz de los cirios rojos de sus prominentes faroles, de la propia luna primaveral, y el alumbrado artificial del entorno. Jesús de la Pasión volvía a pisar suelo malagueño tras el rezo en la Catedral. Las cornetas clamaron al cielo para que su nueva túnica de terciopelo morado liso y su cíngulo de oro fino se bambolearan como si el propio Nazareno trazara sus pisadas seguido de Simón de Cirene, ese personaje secundario de la Pasión de Cristo en el que tantas personas se reflejan. Personas que nos ayudan a soportar nuestras cruces diarias y con las que pudimos compartir estos efímeros instantes cargados de fe. Esas personas con las que sientes que siempre estás en casa y que tenderán su mano para aliviar sus cargas. Ojalá todos puedan ver en Simón de Cirene a nosotros mismos, y nos dediquen esas miradas cómplices al paso de este maravilloso conjunto procesional.
Pocos palios gozan en Málaga de la personalidad del que cobija a María Santísima del Amor Doloroso cada Lunes Santo. Uno de los grandes estrenos de esta Semana Santa pudo salir a la calle. De esta manera, se pudo contemplar el bordado interior y del propio techo de palio ochavado, diseñado por Fernando Prini y ejecutado por Joaquín Salcedo. Con ‘Soleá dame la mano’, la Madre del Nazareno de Pasión se adentró en la calle San Agustín mientras el brillo que desprendía su corona, restaurada y chapada en oro, deslumbraba a los que trataban de buscar un apacible consuelo en su dolorosa mirada. El calor de su densa candelería, siempre completamente encendida, iluminaba los profusos bordados de su saya y las blondas de su elegante tocado.
La fuerza no cesó entre los nazarenos que seguían caminando con sus cirios y entre los portadores que sobre sus hombros soportaron el peso de los tronos procesionales. A pesar de los capirotes y los capillos que cubrían todos los rostros, un suspiro de alivio generalizado recorrió todas las filas nazarenas al ver en los últimos metros de su recorrido de regreso al templo, la misma fachada de casa, la de siempre, de la que no tendrían que volver a salir los Sagrados Titulares pasadas las señaladas fechas.
Las puertas se abrieron con el sonido lejano de los tambores que anunciaban que Nuestro Padre Jesús de la Pasión estaba muy próximo. Y como si de un suspiro se tratase, el Señor ya aguardaba en el interior del templo a su Madre tras recoger en silencio todas esas plegarias lanzadas al cielo. Con ‘Virgen del Amor Doloroso’, una de las bandas sonoras de nuestra Semana Santa, la Virgen comenzó a descender por calle Comedias para dar paso a sones más alegres antes de efectuar su encierro.
Se completó el regreso a casa. El corazón volvió a regocijarse al ver juntos a los Sagrados Titulares en su templo. Algunos rostros se descubrieron en el interior del templo ya con las puertas cerradas, otros permanecieron ocultos para disimular las lágrimas de emoción. Lágrimas que se arrojaron por las aceras, lágrimas que provenían de esa familia que se cuelga la medalla al pecho cada Lunes Santo para acompañar unida al Nazareno de Ortega Bru, lágrimas que brotaron ya tímidamente en ese avión de regreso a casa por Semana Santa con salida desde Edimburgo para portar un año más a la Virgen del Amor Doloroso.
La Archicofradía de Pasión será siempre esa vuelta a lo invariable y eterno que nos transporta a épocas pasadas, pero disfrutando y viviendo el presente, e imaginando un futuro prometedor en el que el Nazareno de Pasión tomará su cruz por nosotros y aliviará su peso gracias a su propia zancada y a Simón de Cirene, y en el que la Virgen pasará ante nosotros para recordarnos que en sus manos entrelazadas y en su corazón encontraremos ese amor que aliviará nuestros dolores. Ya están en casa.
Fotografías: Mario Trujillo.