La fuerza Auxiliadora de la fe

Las calles de Capuchinos, el Molinillo y Segalerva volvieron a ser testigos de la gloria con la que culmina el mes de mayo en Málaga

Unas alas que no levantaban apenas dos palmos del suelo de la calle Eduardo Domínguez Ávila llegaban a territorio salesiano, eran los ángeles de la Virgen. Unos carritos que cuidaban a los más pequeños, y mayores, se apostaban buscando la sombra en una calurosa tarde de mayo, eran los devotos de la Virgen. Unos sones alegres se acercaban desde la Plaza de Capuchinos hasta contemplar el semblante de la Madre Auxiliadora, era la música de la Virgen. Una alargada sombra se proyectaba sobre Capuchinos, era la figura de la Virgen que corona todos los días del año su Santuario. Una alarma de un teléfono móvil sonó con el ‘Rendidos a tus plantas’ justo a las 18:30 horas de la tarde, era la hora de la Virgen. Unos sentidos abrazos y sonrisas se sucedían instantes antes de volver a ser, era la fuerza Auxiliadora de la fe hacia la Virgen.

Domingo Savio y San Juan Bosco arrancaron las primeras exclamaciones de la jornada. Ya pisaban de nuevo sus calles acompañados de los jóvenes, de aquellos que se encargarán de perpetuar un sentimiento tremendamente arraigado en este enclave de la ciudad. Con la oración del ‘Padre nuestro’ hecha marcha comenzó, tras interpretar ‘Su concierto’, el espectacular recital musical que ofreció la Agrupación Musical San Lorenzo Mártir. Aún cuando las emociones y sentimientos vividos un nuevo 24 de mayo cerca de la Virgen, y de una sentida y sincera bajada y traslado, tocaba seguir acumulando emociones junto a Ella. Ya caminaba, su halo de estrellas ya se movía tímidamente. Por fin. El anhelo volvió a ser una realidad. Sí, es la Virgen de los tiempos difíciles, mucho se ha pedido en estos complicados años, pero qué sonrisa tuvo María Auxiliadora Coronada sintiendo el cariño de su pueblo y cuánto amor recibió de vuelta. Las fuertes melodías de la Banda de Música Nuestra Señora de la Paz de Málaga se eclipsaron ante los vítores, aplausos y conversaciones que se sucedieron con la Virgen.

María Auxiliadora Coronada.

¿Pudo caber todo Capuchinos en unos pocos metros delante de la Parroquia de la Divina Pastora? Hasta este mágico sábado 28 de mayo la respuesta probablemente sería negativa, pero la Virgen volvió a hacerlo. Las corporaciones de la Divina Pastora, Dulce Nombre, Prendimiento y la Alegría rindieron honores a María Auxiliadora que se acercó hasta la misma escalinata que da acceso al templo, mientras que la Hermandad Salesiana se giró para contemplar la idílica escena. En Málaga nos quejamos mucho del silencio y del poco respeto que en ocasiones se guarda al paso de los cortejos procesionales, pero por mayo el murmullo era una palabra de amor hacia María Auxiliadora y una plegaria lanzada al cielo para que los ilustres capuchineros pudieran oírla. Se deshizo, o al menos se aflojó, el nudo que tanto apretaba ya desde 2019. Todo volvió a ser, y con el mayor esplendor que se merecía.

Llegó el turno del Molinillo. Piedad esperaba la Gloria, y llegó. Los pequeños que han realizado su primera comunión repartían estampas sin descanso alguno. Preguntaban si querías de San Juan Bosco, “del otro niño” o de María Auxiliadora, aunque a algunos hasta les costaba pronunciar el nombre de la bendita Madre. Qué más da, sus ojos brillaban, y por muy pequeños que fuesen, sabían perfectamente el papel que desempeñaban. Al igual que saben que la Virgen de Don Bosco siempre estará con ellos, pero por si acaso, el pequeño Iván se guardó algunas estampas en el bolsillo de su pantalón. Él tenía claro que no las iba a repartir y se las quedaría él. Así se lo hizo saber a su madre, que le acompañaba feliz y sonriente. La campana de la Iglesia del Convento de las Mercedarias tronó, ‘Encarnación Coronada’ sonó, y de nuevo el canto dirigido hacia la Madre, que es Auxilio de los cristianos, se hizo presente. Pero aún quedaba más amor que dedicarle a la Santísima Virgen, mucho más.

Santo Domingo Savio y San Juan Bosco.

Guirnaldas y balcones adornados con telas rosas y celestes en la calle Daoiz eran el presagio de lo que iba a ocurrir. Las enseñanzas de Don Bosco y los milagros de la Virgen Auxiliadora volaron desde los balcones en forma de papelillos que colorearon el camino que minutos más tarde pisaría la gloriosa Madre, que portaba para la ocasión la corona de Coronación de 1907. Ya se intuía la figura de María Auxiliadora sobre su trono dorado. “Esto es muy fuerte. ¡Qué cosa más grande!”, exclamaba el joven Jesús, que con su medalla colgada al cuello con la fecha del 23-05-2009 inscrita en su parte trasera, disfrutó como un niño pequeño de lo que siempre conoció, de lo que se enamoró y con lo que se reencontró con nuevas experiencias vitales adquiridas.

La fuerza auxiliadora de la fe se transformó en sevillanas interrumpidas por un llanto que se sintió desde las alturas por uno de esos escalofríos de la Virgen. Llovió la primavera más colorida sobre María Auxiliadora, y sonó la gloria para la misma Gloria. Con ‘María Santísima del Amparo’ y firme paso pollinico, Maria Auxiliadora se humanizó más aún. Se adentraba en lo más profundo de su barrio, y no tenía ninguna prisa, sabía que la habían esperado muchos años, y aunque la Virgen pasó, se quedará grabada a fuego hasta el próximo sábado posterior a su festividad. Aunque ciertamente Ella siempre está en la calle coronando su Santuario.

Un cuadro de María Santísima del Gran Perdón aguardaba en la calle Vasco de Gama. Una nueva petalada sirvió como muestra de cariño hacia la Madre y su bendito Hijo, y el cielo ya anochecido se iluminó con fuegos artificiales. El barrio estaba de fiesta, y así lo sintió la melillense Lucía, que se impregnó de la pura esencia malacitana al ver esta procesión tan especial y escuchar a sus amigos del alma de la Agrupación Musical. En ese punto, María Auxiliadora se vio a sí misma, eso sí, con un tamaño reducido. Muchas familias abrieron las puertas de sus casas y portaron unas pequeñas réplicas de la Virgen custodiadas en unas cajas de madera. María Auxiliadora siempre está cerca.

Don Bosco.

La noche cerrada dio paso al momento. El Niño Savio y Don Bosco ya recorrían la calle Rojas Clemente. Ya pisaban romero; ya atravesaron las pancartas y Aleluyas; ya caminaron al son de ‘Una vida junto a ti’, y el barrio de la Victoria se coló sutilmente, una leve e insignificante aparición que sirvió para entender muchas cosas. Así culminaron ambos una excelente salida procesional, sin matices. Aún quedaba Ella, una tuna fue capaz de rezarle y abstraerse de los nervios y sentimientos que les embargaban. Sonó ‘Rocío’, la Virgen iba de camino a su aldea, y María Auxiliadora ya caminaba en la penumbra de la noche, los pétalos acumulados en las tulipas de sus arbotantes impedían que las velas pudiesen permanecer encendidas. Daba igual, no había mayor luz que la de su rostro, o que la de los ojos de los que la veneraron y volvieron a brillar gracias a la fuerza auxiliadora de la fe. Nuevos cánticos, nuevas petaladas, nuevo rezo, nueva marcha, nuevos aplausos, pero nada era excesivo. Todo el afecto de sus devotos se desparramó en la capuchinera calle. ‘Coronación’, nueva marcha gozosa para María; pasos hacia delante y hacia atrás; los malagueños fueron su cetro, porque se sintieron en sus manos, y ya el sueño acababa.

Al filo de la medianoche, la casa hermandad de la corporación del Miércoles Santo volvió a cobijar a la Virgen, la de Don Bosco, la de los tiempos difíciles, a la que se acogen tantas familias que ven vinculadas las historias de sus vidas con la familia Salesiana. La fuerza Auxiliadora de la fe nunca se apagará, no lo hará porque la Virgen cuenta con personas que saben quererla bien, y no le importa que a Ella acudan en sus momentos difíciles. La deuda siempre está saldada, porque son esas mismas personas las que consiguen a través de sus acciones cotidianas acercar a María Auxiliadora, y a que todos veamos a través de sus ojos esta devoción tan especial. Capuchinos volvió a ser, y así será siempre, porque María es Auxiliadora del pueblo de Dios, reside tranquila en su Santuario, y siempre nos amparará en el silencio del templo, solamente roto por los botes de una pelota de baloncesto y los gritos de los niños por un magnífico triple encestado en la canasta del patio salesiano. Es la vida, es María Auxiliadora.

Fotografías: Jesús Palacios.

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