Y tú, ¿qué ves en Ella?

María Santísima del Rocío Coronada vuelve a detener el tiempo por Pentecostés en Lagunillas y la Victoria

Un cohete desprendió una luz blanca en el cielo celeste del barrio de la Victoria. Fue un fuerte estallido que anunciaba que de nuevo comenzaba todo un festival de emociones. El murmullo era constante, hasta que, tras tres toques sobre las puertas de la casa hermandad, el aplauso cerrado sorprendió a los propios hermanos que ya comenzaron a caminar con los ojos vidriosos. La Virgen aún pisaba su hogar, y ya algunos afortunados pudieron ser testigos de la pureza de la Madre de Dios.

Málaga necesitaba de la pureza de María Santísima del Rocío Coronada. Una pureza que se hizo extensible a todos los devotos congregados en Párroco Ruiz Furest. Pureza en la mirada de esa mujer que apretaba una medalla de la corporación con su mano derecha al tiempo que casi no podía sostenerle la mirada a la hermosa Virgen del Rocío. Y de la forma más pura que existe apoyó su cabeza sobre un joven que le sirvió de consuelo. Aparentemente no tenían mayor vinculación personal y emocional que la coincidencia espacio temporal ante las plantas de la acogedora Virgen del Rocío. Pero muchas veces no se necesita mayor conexión, Ella es la encargada de estrechar los lazos que estime conveniente en el momento oportuno, y de aflorar los sentimientos más puros que nos guardamos en lo más profundo de nuestros corazones.

Con suave mecida, la Novia de Málaga descendía hacia la Plaza de la Victoria para recorrer la zona de Lagunillas. El entorno volvió a recobrar vida propia. ¿Qué es María, si no se trata de la vida misma? Cuatro columnas coronadas con frondosos centros florales blancos y con numerosos motivos vegetales custodiaban una alfombra de sal blanca. Y es que hasta este compuesto químico tomó vida propia. Una inmensa ‘R’ celeste estaba preparada para recibir los dulces pasos de la Virgen. Vida que es María. Vida que fueron esos pétalos, arrancados de la primavera que se va escapando, para que se posaran sobre la mantilla blanca que portaba la excelsa Madre. Vida que fue más vida en sus ojos que tanto decían, en esas mecidas en las que la Virgen del Rocío retrocedía sobre sus pasos para recrearse ante los suyos.

María Santísima del Rocío Coronada en su procesión de Pentecostés.

Banderas, banderolas y farolillos blancos engalanaban la calle Alonso Benítez. Desde las alturas, se vislumbraba el reguero de fe y alegría que arrastraba la Virgen. Si Ella fue capaz de mostrar su tímida sonrisa y abrir sus brazos a los que más la necesitaban en sus momentos más difíciles, no queda otra que regocijarse por estar reunidos cerca de Ella. Los mantones de manila cubrían las rejas de los balcones, escondiendo apretones de manos que no requerían de ninguna aclaración, miradas de orgullo, oraciones en silencio y susurradas, y más cajas con flores a María. La alegría de volver, de sentir que la Virgen siempre estuvo y que permanecerá siempre como fuente inagotable de alegría en nuestros caminos.

El barrio fue todo un derroche de amor, desde los días previos en los que, con infinita ilusión, se preparaba cada detalle para el paso de María Santísima del Rocío Coronada, hasta cada insignificante gesto que se produjo tras su manto blanco. En Ella también se refleja todo nuestro amor. Fue en esa esquina de calle Agua donde la fraternidad de dos cofradías se materializó en esos abrazos, en ese encuentro entre la Gracia de María y la Virgen del Rocío, que volvió a jurarle amor eterno a su ciudad, como perpetua Novia que es. Las campanillas clamaron al cielo, los ‘Nazarenos del Rescate’ sintieron cómo sus corazones se tornaban morados y blancos por unos instantes. La Madre de Dios se encaró ante la mismísima Madre de Dios, el faro que seguía era una recoleta capilla callejera. Los toques de campana indicaron un breve receso en el camino. La oración, que se rezó con algarabía en presencia del Señor que nos rescata, fue otra muestra de amor sincero. Como también lo fue esa estampa que con cariño se repartió a un destinatario, el custodio tenía un objetivo directo; o esas lágrimas que madre e hijo derramaron al comprender que todo pasa por algo, y que el 4 de abril de 2023 volverán a derramar esas lágrimas de amor bajo el olivo de la vida, siguiendo el camino trazado por el palio blanco de la Virgen del Rocío; o tal vez en ese hombre de trono que quiso salirse de su puesto del varal bajo la campana para abrazar a su amigo. “Estamos aquí, juntos, y en la calle. Por fin”. Los ojos claros de ese hermano del Rocío consiguieron penetrar en un alma que camina al compás de calle Agua, pero que sintió cómo su corazón estaba henchido de la pureza, la vida, la alegría y el amor del Rocío. Que calle Agua sea siempre ejemplo de este amor.

La Virgen del Rocío ante la Capilla ‘Faro de la Victoria’ de la Hermandad del Rescate. Fotografía: Twitter de Palio de Plata.

Rocío también es el paso del tiempo. Contemplar su pecherín, magníficamente enjoyado con reliquias propias y particulares, es entender que a Ella también acudieron los que nos precedieron y acudirán los que están por venir. Rocío es ese modelo en el que fijarnos para dar firmes Pasos en nuestro particular Monte Calvario. Al llegar a la Iglesia de San Lázaro, el Señor percibió cómo se aligeraba el peso de su cruz. La carga es más ligera cuando el tiempo pasa en el interior del templo victoriano postrados a las plantas de la Señora que por Pentecostés recibió a todos sus vecinos.

Los victorianos no se perdieron una procesión gloriosa de Pentecostés tal y como ellos la recordaban. Los pequeños no pestañeaban, empapándose inconscientemente de la fe que perdura al paso del tiempo. Los adultos se dejaron llevar y acompañaron en cada mecida a María Santísima del Rocío. Los mayores, aquellos cuyas enseñanzas y valores perduran en los más jóvenes, a pesar del paso del tiempo, lanzaban besos y plegarias entrecortadas por la emoción desde las ventanas de sus casas. Rocío también es el paso del tiempo, porque aunque parezca inmutable, la Virgen también va sembrando y recogiendo todo lo que le agradecemos y pedimos. Lo que quedó de manifiesto en la calle Hurtado de Mendoza es que su sonrisa será eterna, y que no importa el tiempo que pase. Ella es la fiel confortadora de una ciudad que le vitorea, le aplaude sin cesar y la coronó con 12 estrellas del mismísimo cielo que se quisieron posar en su halo.

Los emotivos instantes continuaban sucediéndose rápidamente como si de semicorcheas enlazadas se tratasen. La Virgen también es una armonía hecha pentagrama para tantas personas que entienden su vida vinculada a la música. La Banda de Música Virgen del Rocío es una fiel lección de compromiso, aprendizaje y cariño hacia la Sagrada Titular. Así, la ‘Puerta del Cielo’ volvió a brillar en el crepúsculo de la tarde. Nadie mejor que sus hijos para entonar la ‘Música para una Madre’, los celestiales sonidos de los instrumentos iban acompañados de familias y sentimientos puramente rocieros. Con ‘Málaga a su Virgen de la Victoria’, iba ascendiendo la Señora al Santuario de la Patrona. Los aleluyas caían sobre una alfombra de hierbabuena y romero, y un órgano fue entonando acarameladas composiciones para que el Amor y la Humildad de Cristo recibiesen a la alegría del barrio, que se rindió ante su propia Victoria, Merced y Caridad. Algunos ven en apenas cinco líneas horizontales y paralelas, en esos cuatro espacios en los que se disponen las notas musicales, a la mismísima Madre de Dios. Es esa banda sonora que siempre les acompaña siendo el platillo que anuncia una nueva marcha o un nuevo capítulo vital. Así fue cómo la Escuela se convirtió en Música, una Banda que llevará por bandera la pureza blanca de María, la bendita inocencia infantil y el firme sentimiento de pertenencia a algo que trasciende lo humano. Porque sí, en un pentagrama también se encuentra la Virgen del Rocío.

La Novia de Málaga en el interior del Santuario de la Patrona. Fotografía: Twitter de Palio de Plata.

La noche ya era presagio de los últimos metros de la Virgen en la calle. Sus velas rizadas no podían prender su llama, la vida de los pétalos lo impedía. Pero el Rocío también es luz en la oscuridad más tenebrosa. Los fuegos artificiales a su llegada a la casa hermandad del Monte Calvario ofrecieron un juego de luces como telón de fondo a ese magnífico recital que estaba ofreciendo su Banda de Música para que la Virgen continuara caminando con pasos hacia delante y hacia atrás. ‘Siempre la Esperanza’ y ‘Rocío Coronada’ fueron las marchas escogidas para caminar por el último tramo de la calle Hernando de Zafra. Las nuevas cartelas brillaban y aportaban mayor prestancia al conjunto procesional, el pueblo se fundió con la Virgen. La luz la aportaba Ella, la luz es siempre la Virgen que se esconde tras esa ventana de su sede. Blanca, Inmaculada, incandescente, inagotable.

Sus hijos la ven como Madre. La que entiende sin justificación, la que escucha a sabiendas de lo que va a oír, la que perdona y no juzga, la que nunca abandona. Es Madre de un barrio, de una ciudad, de todo un pueblo cristiano. Por Pentecostés la llama de su corazón se aviva y ofrece aún mayor calidez. Es Madre, y tú sabes lo que eso conlleva y significa, y Ella también lo asume. Lo es del que no se arrepiente de sus malas acciones, del que acude con su rosario para simplemente hablar con Ella y desahogarse, de la que trabajas 12 horas diarias para sacar adelante a su familia, del que se siente solo (aunque nunca lo está), del más poderoso y del más pobre, de ti, de mi, de todos. No admite excepción alguna. Es Madre, y volvió a sentir por unas horas la cercanía de todos, aunque siempre da más de lo que puede recibir, mucho más.

La Virgen volvió a ser la pureza del ser humano, la vida, la alegría, el amor, el paso del tiempo, un pentagrama sin nota final, la luz blanca del Rocío de un nuevo amanecer, y la Madre victoriana de la infinita alegría. Y tú, ¿qué ves en Ella?

Fotografías: Mario Trujillo.

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