Cómo hemos cambiado

La filosofía del ‘todo mal’ no es del todo aplicable a los tiempos actuales

Como diría en su momento Presuntos Implicados: “Ah, cómo hemos cambiado. Qué lejos ha quedado…”. Sole Giménez, solista del grupo musical continuaría cantando “aquella amistad”, pero si nos referimos al mundo cofrade seguro que a cada uno nos viene a la cabeza alguna cosa que se dejó atrás, que forma parte del pasado, que en su momento sirvió y estuvo de moda, y que hoy nos ayuda a crecer, a seguir mejorando y a seguir perfeccionando y cuidando nuestro patrimonio humano y material.

Qué lejos ha quedado la parafina para dar paso a la luz natural, cálida, la auténtica llama de la vida. Qué lejos quedaron las interpretaciones de marchas entrecortadas cuando el trono se detenía, y el uso de ‘Caridad del Guadalquivir’ y ‘A ti, Manué’ como comodines del público a favor de unas crucetas musicales estudiadas y cuidadas que siguen huyendo (a veces) de los ‘hits’ cofrades para fomentar el repertorio propio y con gusto.

Pero, ay, qué lejos quedaron las vivencias directas, las de los ojos propios en conexión directa con lo que se estaba viendo, con el trono que pasaba, con los nazarenos que daban la mano, con la Sagrada Imagen que te impactaba. Ahora todo tiene un obstáculo entre el brillo de la mirada inocente y la Semana Santa: una pantalla. También se han perdido muchas bandas de música, acompañando a los titulares cristíferos, que poco a poco han sido sustituidas por bandas de cornetas y tambores y agrupaciones musicales, y en algunos casos de forma muy acertada.

Queda la añoranza por lo que vivimos y lo que nos enseñó, por aquellas estampas que recordamos y que sabemos que no volverán, porque el trazado de la ciudad ha cambiado para siempre, porque las personas con las que compartíamos los instantes cofrades nos acompañan ya desde otra perspectiva, porque de una Semana Santa a otra tenemos un año más de vivencias y experiencias que no hacen diferentes.

Así que no, no está todo mal. Todo ha cambiado, y lo seguirá haciendo, es lo que hace que la Semana Santa esté viva y evolucione a la par que lo hacemos nosotros y la sociedad en la que vivimos. Ahora más vale afianzar todo lo que tenemos que seguir creciendo de forma desmesurada de forma que no podamos casi ni controlarlo. El mundo cofrade no vive su mejor momento, pero tampoco el peor. A buen seguro en unos años, o en unos meses, el panorama será bien distinto, porque todo seguirá cambiando.

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