Lo que no se ve

En los pequeños detalles que se esconden en las sedes cofrades y acciones de los hermanos reside la grandeza de lo material

El recuerdo que se guarda bajo el fajín de la Virgen; lo que se habla con el Señor de cerca mientras el equipo de albacería culmina los últimos preparativos del altar de cultos; las risas, los olvidos y los descuidos que se suceden subiendo y bajando escaleras cargados de piezas de orfebrería antes de limpiarlas; las ideales iniciales de los proyectos, las ejecutadas con trabajo e ilusión, las que se quedan en un cajón madurando para que otros las retomen con ojos nuevos. En definitiva, el trabajo desinteresado que se realiza dentro de la casa hermandad y del templo, pero con las puertas físicas y del corazón siempre abiertas.

Son acciones que quedan prendidas en el alma de los hermanos para siempre, y hacen relucir la plata y el oro sobre el que procesionan nuestros Sagrados Titulares en los días señalados. De poco serviría lo anterior sin lo primordial: las personas, los hermanos y los fieles y devotos.

Las hermandades son mucho más de lo que se ilustra en sus títulos oficiales. Son sus Sagrados Titulares, principal hilo de unión entre todos sus integrantes. Son movimientos cristianos que promueven la fe católica, son círculos sociales que salvan a muchas personas que se sienten queridas y ayudan a la misma con su buen hacer y bondad. Son historias vitales que nos forman como personas críticas, serviciales y generosas.

Las notas musicales de ‘Alma de la Trinidad’ resuenan finas gracias a las horas y horas de ensayo de ese chiquillo con su clarinete en casa. La procesión mantuvo un orden excepcional durante todo el recorrido gracias a las reuniones y al trabajo de concienciación de un equipo comprometido y que creía que se podía lograr. Podemos disfrutar de nuestra Semana Santa todo el año gracias a los trabajos de los medios de comunicación, periodistas, técnicos, fotógrafos y videógrafos que elaboran escaletas imposibles para llegar a todos los rincones en una semana de carreras en las que hay que mantener la cabeza muy fría para poder expresar de algún modo lo que va sintiendo al momento el corazón. Todo eso no se ve, pero está, y se hace con amor.

Todo lo que no se ve durante el año se refleja en lo que sí se percibe gracias a nuestros sentidos en Semana Santa. Es la magia de esta tradición que continuará por los siglos de los siglos.

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