La Cuaresma íntima en Málaga (I): Christus Factus Est
Faltan las túnicas colgadas tras la puerta de casa, pero Málaga luce sus mejores galas en este tiempo de austeridad
El 17 de febrero llegó y pasó. Muchos tenían en su calendario esa fecha marcada en rojo, era el inicio de la Cuaresma, Miércoles de Ceniza, y con su llegada, los sentimientos se acumularon, y ese pellizco en el estómago apareció un año más, como siempre, como nunca.
María ya aguarda en los templos ataviada a la antigua usanza hebrea. Sencilla y sin alardes, porque su belleza no necesita más. En sus benditas manos porta la corona de espinas, el rosario y pañuelos de plegarias. La Virgen Santísima se reviste con sayas y mantos lisos, y ya espera la llegada de una nueva Cuaresma cerca de todos sus fieles, sin ninguna limitación de aforo.
Los cultos se multiplicaron en estos primeros días y Málaga pudo contemplar escenas inéditas que maravillaron a muchos y aliviaron ese anhelo cofrade ante la cercanía de una nueva Semana Santa sin procesiones por las calles de la mágica ciudad que siente la llegada de la Primavera.
Benigne Fac Domine
Posado en su urna de plata y plumas negras con la mano izquierda sobre su pecho. El Santísimo Cristo Yacente de la Paz y la Unidad recibió así la Cuaresma y presidió de igual forma su solemne Quinario en el Santuario de Santa María de la Victoria. Allí estaba, a los pies de la Madre del Monte Calvario, bajo la luz de las velas.
En silencio, casi oculto, y custodiado por San Juan Evangelista y María Magdalena. Yacente de Paz, Yacente de Unidad. La sábana recubría de forma suave, sutil, sus piernas y vientre. El Señor invitaba a la contemplación, a una oración sentida, a pronunciar con más sentido que nunca ese lema: «Polvo eres y en polvo te convertirás».
Pedro Duarte no tuvo más remedio que orar ante Cristo, con María como principal testigo de la escena, bajo sus advocación del Monte Calvario, aunque la Victoria, por muy paradójico que pareciese, siempre estuvo presente en ese encuentro. En su cabeza resonaba la dulce melodía del ‘Benigne Fac Domine’, que días después escucharía, motu proprio, con la Catedral como escenario y con la Salud haciendo historia.
Salvación
«Y bendita Tú eres, entre todas las mujeres. Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús». El barrio de Dos Hermanas rezó con lágrimas en los ojos, con el corazón en un puño. Su Madre volvió, y de qué manera. María Santísima de la Encarnación miró a sus fieles con una mirada penetrante, un gesto sobrecogedor gracias a la restauración ejecutada por Enrique Salvo Rabasco.
Coronada por una ráfaga y enmarcada por un exquisito tocado plisado, la Virgen de la Encarnación estuvo expuesta en veneración el día de su regreso. Los vecinos sintieron la ‘Salvación’, se despojaron todas las emociones ante la presencia de María Santísima, que de forma elegante, volvió a un barrio del que nunca se fue.
Fran Gil sintió esa protección de María, esa sensación de alivio postrado a sus plantas. Sus cinco lágrimas reflejaban los rayos del sol que en ocasiones deslumbraban al joven. Luz de Encarnación, luz de Cuaresma, luz especial de Dos Hermanas, luz de Salvación.
También regresó María Santísima del Mar, de la hermandad de San Andrés, a su sede canónica tras la intervención, no exenta de polémica, del imaginero Valerio Téllez. La Virgen apareció ataviada de hebrea, con un halo de estrellas, saya roja y manto azul, y en ese coqueto rincón marinero, también brilló la Luz del Mundo de Cristo.
Décima Estación
Fuerza y desgarro. Jesús del Santo Suplicio es despojado de sus vestiduras mientras que un sayón prepara la cruz para su inminente crucifixión. La ermita de Zamarrilla fue testigo de ello, y Juan Vega el ingenioso artífice de una obra de arte que pronto procesionará por las calles de Málaga. El grupo escultórico se contempló junto a un imponente Cristo de los Milagros y bajo la protección de la Virgen de la Amargura de leyenda zamarrillera.
Dos faroles y un dosel rojo enmarcaron una escena que poco a poco se va completando, y de qué manera. La presentación de la nueva figura del grupo la realizó Eduardo Nieto, quien desgranó todos sus detalles y mostró el altar que la corporación del Jueves Santo dispuso para ese acto a puerta cerrada.
La teatralidad y verosimilitud de la escena atraparon a Fran Gil en una atmósfera envolvente, como si se dirigiese al mismísimo Gólgota. La impetuosidad del nuevo sayón agachado imprime una sensación de movimiento al conjunto realmente vertiginosa. Pero en el centro de todo, el Señor que fija su mirada en el cielo malacitano pasando por la ‘Décima Estación’ de un Vía Crucis letal de redención.
Expiratum Est
El frío del mármol caló hasta en la mismísima cruz del Santísimo Cristo de la Expiración. El último aliento casi se dejó escuchar en una iglesia de San Pedro lóbrega. La cera roja se alzó casi para tocar los clavos que unían las benditas manos del Crucificado con el madero de remates dorados.
‘Expiratum Est’, y en Málaga la Virgen de los Dolores siempre acompaña a su Hijo en el agónico momento. Ambos titulares, alzados en sus imponentes capillas, recibieron las furtivas miradas de todos los que acudieron a su encuentro. El Quinario en honor al Sagrado Titular congregó a los archicofrades tanto en el interior de su sede canónica como en sus casas, gracias a la retransmisión en directo que realizó la corporación a través de sus redes sociales.
Bajo el Crucificado, la verticalidad del conjunto obligó a Juande Zamudio a recrearse en sus piernas cansadas, en el delicado sudario, en el vientre que se debatía ya entre una vida débil y una muerte inmediata. Pero qué rostro tiene el Cristo de la Expiración, y qué mirada suplicante que se dirigía hacia su plaza suspirando por un emotivo encuentro con todos sus hermanos en el año del centenario fundacional de la archicofradía.
Un arranque solemne, que nos recuerda que aunque se burlen de Jesús del Santo Suplicio y le despojen, María de la Encarnación siempre estará cerca de Él y cerca de los malagueños que encuentran en el Mar su esencia. Porque Cristo Expirará en la cruz, morirá y Málaga le dará digna sepultura repleta de Paz y Unidad en la Victoria. ‘Christus Factus Est’, Cristo se convirtió, en una Cuaresma de pellizco y sentimiento contenido.