Cara y cruz cofrade.
El Lunes Santo empezó con el mismo color que la jornada anterior, aunque tuvo un final más dulce con cofradías recorriendo las calles del centro histórico.
Al comienzo de la tarde, y todavía intentando digerir lo ocurrido el Domingo de Ramos, los cofrades malagueños afrontaban el lunes sin muchas esperanzas de poder ver a todas las cofradías en la calle. Sin embargo, desde esa misma mañana se intentó evitar que las cofradías tuvieran que suspender sus procesiones. A las 12:35 del mediodía la Agrupación de Cofradías hacía público el comunicado de la decisión alcanzada por todas las corporaciones de retrasar toda la jornada una hora.
No obstante, las previsiones meteorológicas seguían sin ser favorables. La primera de las hermandades que decidió no realizar su estación de penitencia fue Crucifixión, aunque durante las primeras horas de la tarde no pararon de sucederse las suspensiones. De esta manera, volvieron a verse caras llenas de lágrimas y abrazos entre hermanos intentando buscar un consuelo que difícilmente encontrarían.
El otro lado de la moneda la pusieron la hermandad de Estudiantes y la hermandad de los Gitanos. Ambas corporaciones nazarenas, retrasando nuevamente sus salidas procesionales, pusieron color al centro histórico malagueño.
Los titulares de la cofradía de los Gitanos bajaron desde la Cruz Verde hasta el recorrido oficial como siempre lo han hecho, con un buen hacer extraordinario por parte de todos los componentes de la procesión, y siempre envueltos en su atmósfera calé y acompañados por palmas a ritmo de bulerías.
Por su parte, la cofradía de los Estudiantes realizó su estación de penitencia de la forma más elegante posible. El trono del Santo Cristo Coronado de Espinas derrochó clase desde que realizó la primera curva buscando la Plaza del Obispo. La cadencia de los hombres de trono del coronado de espinas parecían eternas, y la suavidad de cada mecida, mejor que la anterior.
Pero, si el señor alegró a los presentes, la imagen de María Santísima de Gracia y Esperanza llenó los corazones de los cofrades más dolidos. La presencia de la Virgen en su palio era exultante hasta el más extremo significado de la palabra. Y es que si los cofrades tuvieron algún motivo para sonreír el Lunes Santo, fue sin duda gracias al hecho de poder ver a María Santísima de Gracia y Esperanza baso su palio.