La procesión que no se ve

Los cofrades Joaquín Delgado, Javier Gallardo, Pilar Martín, M.ª Victoria Fernández y Jorge Moreno pusieron en valor la importancia de cuidar al hermano durante el desfile procesional y la estación de penitencia, una labor que se trabaja durante todo el año

La cruz guía cumple horarios, la procesión camina compacta, la Virgen nunca queda descolgada. Nada es fruto de la casualidad, y es el resultado al trabajo y la comunicación de hermanos que bajo el anonimato del capirote ceden su disfrute a otros en el día señalado en el que la hermandad se hace cofradía en la calle. Toda esa organización de los días y semanas previas se ve materializado en un desfile procesional y en una estación de penitencia exquisitas desde el punto de vista estético y organizativo. Siempre en alerta por si surge cualquier imprevisto, siempre pendientes de los hermanos más vulnerables, de los nazarenos pequeños, de los mayores, de aquel que lo necesita. Es la procesión que no se ve, y son lo que tienen ojos para todos los participantes de la misma, además de contemplar sus Sagrados Titulares.

Este miércoles, en ‘Punto de encuentro’, en la casa hermandad de Pollinica parecía que se iban a abrir las puertas de un momento a otro. Jefes de procesión, capataces y nazarenos de vela tomaron la palabra para explicar, desde el amor y el cariño que le tienen a su propia labor, lo que significa poner un cortejo en la calle, junto al hermano pollinico José Luis Pérez Cerón, que moderó el coloquio.

“Es muy importante que todos los que participamos en la procesión nos conozcamos. Por este motivo, en la Cofradía del Amor y la Caridad hemos creado una escuela nazarena en la que cada mes tenemos algunas charlas, y son independientes a las reuniones de cargo”, comentó Pilar Martín. “El trato con el hermano es importantísimo. En la procesión somos todos si en la hermandad somos todos, es algo que debe ir unido. Hay una generación perdida, muchos tenemos una edad y existe una juventud que debe aprender año a año la labor de poder llevar una procesión, y quién sabe, lo mismo estás hablando con un futuro hermano mayor o hermana mayor”, manifestó María Victoria Fernández, de la Cofradía del Rocío.

Pilar Martín y María Victoria Fernández.

Para Javi Gallardo, de la Cofradía de las Penas, las dos claves fueron las comentadas: el trato con el hermano y la formación. “Yo además establecería la figura del delegado de día. Pienso que facilitaría mucho la labor de coordinación entre hermandades, para que cada corporación puede tener más tranquilidad y seguridad a la hora de ponerse en la calle, sabiendo que para cualquier cuestión con otra corporación sabe a quién acudir”, apuntó.

Joaquín Delgado, hermano pollinico y participante de más procesiones en diferentes cargos a lo largo de su vida, quiso hacer referencia a un avance que a día de hoy los cofrades contemplamos como algo normal, pero que ha facilitado la organización de nuestras procesiones en Semana Santa. “La casa hermandad ha hecho muchísimo, aunque no nos lo creamos. A nivel organizativo es más sencillo, tanto el trabajo previo como organizar la misma salida o el encierro”, dijo.

Joaquín Delgado y Javier Gallardo.

Todos coincidieron en un aspecto fundamental, y es que en la calle la máxima autoridad es la figura del jefe de procesión. “En este sentido, el mayordomo de trono no es especial, es un mayordomo más y debe estar en contacto con el resto, creerse un capataz con la cara tapada es erróneo”, manifestó Jorge Moreno, de la Hermandad del Santo Sepulcro.

Jorge Moreno.

“Otra cuestión que debemos tener en cuenta es la edad media de los nazarenos, que en Málaga es muy baja, así que antes de reñir por un comportamiento indebido en la procesión hay que preguntar si es que ocurre algo o se encuentra mal. Hay que tener tacto”, matizó Pilar Martín. La procesión es una, un bloque que debe trabajar unido, aunque esté dividido en dos secciones. “Debemos pensar en una procesión solamente. El que lleva el ritmo es el trono de la Virgen, y con eso hay que jugar constantemente”, explicó la hermana del Amor y la Caridad.

Las personas enamoradas de sus cofradías así lo demuestran con su trabajo desinteresado y sus pequeños detalles. La procesión somos todos y para algunos es un auténtico privilegio participar de sus momentos previos en el templo o en la casa hermandad esperando a que se llene de ese bullicio propio de los instantes antes de la salida, de esas horas de reconversión que vive uno mismo con una vela en la fila y sus pensamientos y oraciones, de esa renovación anual que se hace realidad gracias a un sentimiento común pero que cada uno vive a su manera, y que jamás debe juzgarse.

“El mayor regalo que puedo hacer a alguien que quiero es el ayudarse a vestirse de nazareno”, comentó María Victoria Fernández. Ser nazareno, un privilegio que conlleva sentirse parte de un todo bajo la fe y la devoción que le profesamos a los Sagrados Titulares. Así de sencillo, y así de complejo.

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