La Hermandad de las Penas tuvo que resguardarse en la Santa Iglesia Catedral en la noche del Martes Santo ante la aparición de la lluvia

Los pequeños detalles pueden llegar a ser mucho más significativos de lo que inicialmente se pudiera pensar. Durante la mañana de un extraño Martes Santo, en el que no llovía, pero se atisbaban en el firmamento grisáceas nubes, una recoleta Plazuela fue el epicentro que calmó toda Agonía y las mayores Penas. Tras las puertas del Oratorio de Santa María, Reina y Madre, aguardaban el Santísimo Cristo de la Agonía y María Santísima de las Penas para realizar su Estación de Penitencia y salida procesional por las calles de Málaga. La primavera pareció estallar con la fragancia de las flores que exornaban ambos tronos, cubrían la bendita espalda de la Madre desconsolada, y se ofrecían en forma de cuidados y delicados ramos a los pies de Cristo crucificado y María bajo palio.

Qué complicado resulta a veces coordinar cabeza y corazón. La tarde comenzó con una fuerte tromba de agua que rompió ese plan B que realizaron conjuntamente las hermandades y cofradías del Martes Santo para intentar salvar una jornada que, aunque se presentaba complicada, la dichosa primavera estropeó por completo. Con flores a María se mitigaban esos momentos angustiosos de tensa espera en el interior del templo. Las miradas de desconcierto, al cielo, al rostro del Cristo de la Agonía, al rosario que colgaba de la mano de la Virgen de las Penas, y a los hermanos que corrían por las escaleras. Esas miradas intentaban esclarecer lo que posteriormente ocurriría.

Volvió a llover, y la tensión creció. Tras la segunda tromba de agua volvió a salir el sol en la ciudad malacitana, y sin esperar ni un minuto más estalló la parte dulce de la primavera. Esas flores, regadas con insistencia, brotaron para dar paso a la vida. El corazón dictó sentencia y los nazarenos de capirote de terciopelo rojo y túnica negra comenzaron a recorrer sus primeros metros a las 19:45 horas, poniéndose en la calle el primer cortejo de la jornada, tras el intento de la Hermandad de Nueva Esperanza de acercarse el centro a primera hora de la tarde.

Santísimo Cristo de la Agonía.

Las flores quisieron acariciar las piernas del Santísimo Cristo de la Agonía en su salida. La cruz se hundió en el monte de claveles rojos sangre de toro y la fuerza del Crucificado se hizo patente en todos los que aguardaban desde hacía horas en la Plazuela de la Virgen de las Penas. Con una pronunciada mecida, el trono giró para seguir ese camino marcado por la cera derretida, color tiniebla, en el asfalto. La cruz, ahora sí, se alzó para dejar ver la figura completa del Sagrado Titular. Un Cristo orante que procesionó sobre su trono con las cartelas restauradas para la ocasión.

Calle Compañía ya esperaba su llegada. Con los sones de ‘Señor de Sevilla’ aparecieron los primeros arbotantes girando desde Pozos Dulces. La solemnidad del momento alcanzó su apogeo al enfilar la calle, porque con ‘Y nunca perderte, Esperanza’, interpretada por la Banda de Cornetas y Tambores de la Archicofradía del Paso y la Esperanza, la dulzura del caminar de este cortejo impregnó de fe a los malagueños en una triste ya tarde de Martes Santo. Sin detener el trono, el Cristo de la Agonía avanzó firme por calle Fajardo, sonaba ‘Requiem’ y se volvió a demostrar que el estilo clásico y cuidado nunca pasa de moda en nuestra Semana Santa.

Arbotantes del trono del Cristo de la Agonía.

Y no podía ser de otra manera, con ‘María Santísima de las Penas’ se puso en la calle la Flor entre las flores, la delicadeza hecha Madre. El atardecer regaló unas tonalidades cromáticas que combinaron con el manto verde y blanco de la Virgen. Un manto que nunca es igual y en el que la vida se hace flor, porque María regala vida y alegría, a pesar de las Penas que soportó la Madre del Cristo de la Agonía. La Banda de Música Nuestra Señora de la Paz de Málaga regaló ‘Sevilla cofradiera’ y ‘María Santísima del Subterráneo’ a la Virgen de las Penas a su paso por la calle Compañía.

La Virgen de las Penas lució 1.875 claveles blancos sobre su manto, y es que nunca son suficientes flores para María. María lloraba sus Penas, pero llevaba muy presente a su Hijo en tan señalado año. En el centro del manto, y con motivo del 50 aniversario del Cristo de la Agonía, se dispuso una corona de espinas, un INRI, una maza y una gubia. Un diseño que la pandemia impidió que desprendiese su fragancia por las calles de Málaga en 2020, pero que dos años después sirvió como preámbulo de unos meses muy especiales que les quedan por vivir a los hermanos de la corporación del Martes Santo. Además, la Virgen procesionó bajo un nuevo sobretecho de palio. La candelería, que lució completamente encendida en su camino de ida al Recorrido Oficial, se presentó restaurada, al igual que los ciriales que antecedieron al joyero sobre el que florece cada primavera la Virgen de las Penas.

María Santísima de las Penas.

Pero el sueño se truncó, y en la noche del Martes Santo volvió a aparecer la lluvia. Otra fuerte tromba descargó sobre la ciudad y la Hermandad de las Penas tuvo que refugiarse en la Santa Iglesia Catedral Basílica. De nuevo, la incertidumbre. De nuevo, la desesperanza. Y ahora, un poco más lejos de casa. Pero esas flores continuaban vivas sin marchitarse. Málaga pudo ser testigo, al menos de ‘Las Penas de María’ y ‘Dama de noche’, las dos nuevas marchas dedicadas a la Dolorosa.

Fueron los Sagrados Titulares los que no quisieron seguir tentando a la suerte, y los nazarenos marcharon de vuelta a la sede, volviendo su mirada sin encontrar al Santísimo Cristo de la Agonía y María Santísima de las Penas. Sueño truncado, pero para el recuerdo quedarán esos momentos que sirvieron para el reencuentro sincero.

Nazarenos del Santísimo Cristo de la Agonía.

Las flores de María no se apagaron, y continuaron irradiando esa luz blanca en la radiante mañana del Jueves Santo. Con los rayos del sol, los Sagrados Titulares regresaron a casa en un traslado de vuelta histórico, acompañados por un simple tambor que sirvió para acompasar el caminar de ambos tronos. La vida dura un suspiro, pero qué largo se hizo ese tiempo de espera en el interior del Oratorio de Santa María, Reina y Madre, desde la tarde del Martes Santo, hasta el mediodía del Jueves Santo.

Trasera del trono de María Santísima de las Penas.

Los pequeños detalles pueden llegar a ser mucho más significativos de lo que inicialmente se pudiera pensar. Y la Semana Santa del 2022 será recordada por los hermanos de las Penas por un cúmulo de intensas emociones vividas. Emociones y sentimientos que brotaron, porque a pesar de toda la confusión y el caos que provoca un día con malas condiciones meteorológicas, la procesión se mantuvo formada y compuesta en todo momento. Que esa ilusión, en forma de flor, no se apague, porque un nuevo 4 de abril se acerca y será entonces cuando le lluevan flores a María a las puertas de su Oratorio en las primeras horas de la madrugada del Miércoles Santo. Sin matices.

Fotografías: Pedro Duarte.

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