Silencio ensordecedor

La perfección del cortejo procesional de la Archicofradía Sacramental de los Dolores de San Juan se hizo patente en la tarde noche del Viernes Santo

Los toques fúnebres de campana de la Iglesia de San Juan anunciaban minutos antes de las 18:30 horas de la tarde del Viernes Santo que la Archicofradía Sacramental de los Dolores de San Juan daría comienzo a su Estación de Penitencia por las calles de la ciudad. La puerta se abrió y los nazarenos con túnica de ruán negro de cola, ceñida con cinturón de esparto avanzaban silentes los primeros metros de su feligresía.

El silencio se apoderó del centro de la ciudad para contemplar el discurrir del cortejo en una espléndida tarde. En esa contemplación se pudo apreciar la reforma del libro de reglas de la corporación, estrenado el Viernes de Dolores del pasado año 2021. Y es que, aunque se mantiene la heráldica bordada en oro sobre terciopelo granate bordado por Sebastián Marchante en 1998, se han ejecutado unos nuevos trabajos de cincelado por parte de Orfebrería Montenegro, bajo diseño de Fernando Prini.

Y la campana del trono del Santísimo Cristo de la Redención rompió ese sigilo, señal inequívoca de que el Crucificado pronto recibiría la luz del radiante sol. Poco a poco se completó la maniobra de salida para encarar la calle San Juan. Fue entonces cuando tras dos toques, una pausa, y un golpe definitivo de campana, el trono se detuvo y el Cristo de la Redención ascendió más que nunca al cielo de Málaga. Gracias al nuevo casquillete y un monte para el trono, se han mejorado las proporciones del conjunto, dotando de mayor altura al Sagrado Titular.

Santísimo Cristo de la Redención.

Y sin hacer ruido, pero calando, y de qué manera, en el corazón de los malagueños que contemplaron la escena, el Crucificado avanzaba lentamente. De fondo se podían apreciar las órdenes precisas de los mayordomos y capataces, el murmullo del público que ya observaba la sección de cruces que siguieron al Cristo de la Redención y la dulce melodía de la Capilla Musical. El Viernes Santo en Málaga no se entendería sin el marcado carácter que imprime esta Archicofradía en la calle.

Pocos minutos después se meció el palio de crestería que cobija a Nuestra Señora de los Dolores en el interior del templo. Y en ese momento, una saeta desde un balcón cortó la tónica general del cortejo. Bajo ese sentido rezo cantado, la Virgen de los Dolores comenzó a caminar por su ciudad. La candelería lució completamente encendida desde el inicio para que la Virgen resplandeciera durante toda su salida procesional. Por su parte, este conjunto estrenó los faldones en damasco gánate con broches bordados en oro por Antonio M. Moreno Serrano, bajo diseño de Fernando Prini. Al finalizar la saeta, un aplauso sorprendió a algunos de los integrantes del cortejo, que no esperaban esa reacción de los malagueños ante el paso de una Archicofradía de silencio. Málaga aún debe perfilar cómo comportarse ante el paso de un cortejo nazareno, sea de silencio o no, sea de barrio o de centro. Poco a poco se está consiguiendo, estamos en el camino, pero aún queda mucho aprendizaje y concienciación. Aunque bien es cierto que, tras dos años de pandemia, un aplauso espontáneo al finalizar una saeta tampoco es motivo de excesivo escándalo.

Nuestra Señora de los Dolores.

El recorrido de ida de la Archicofradía de los Dolores de San Juan le llevaría hasta ese encuentro fraterno con las Hermanitas de la Cruz en la Plaza de Arriola, mientras los Sagrados Titulares continuaban su discurrir al son de nuevas piezas de capilla musical, como fue ‘El cristal del camarín’, obra de Francisco J. Flores Matute, inspirada a partir de un poema homónimo de Salvador Marín Hueso, y fruto de una donación, y ‘La Virgen de los Dolores’, compuesta por Julián González Planes. Entre los estrenos y novedades que se presentaron en la calle, también destacaron los bastones del Banderín de Minerva, de Orfebrería Triana, bajo diseño de Alberto Rosaleny.

El crujir del cajillo era parte de ese silencio, a veces necesario y ensordecedor, en el que tantas personas se recrean para conversar con el Santísimo Cristo de la Redención, para rezar y venerar a una poderosa Imagen que procesionó sobre un monte de lirios morados y estuvo escoltado por sus hachones de color rojo. Y es que si excelso es el trono, con un cuidado discurso iconográfico ideado por Pedro F. Merino, no goza de menor eminencia la talla del Cristo de la Redención.

Santísimo Cristo de la Redención.

En la espalda del Crucificado quedaron impregnadas esas miradas que no se apartaron hasta que la talla giró de nuevo por el mercado para buscar la calle Nueva. Y como siempre, tras Él, la fiel seguidora de Cristo. La Virgen de los Dolores se detuvo ante el Convento para que el silencio de nuevo se cortase desde un balcón. En esta ocasión, tras las rejas, con los hábitos y las manos entrelazadas entonaron su cántico a la Virgen. Hermanas contemplando a la Madre en una unión que trasciende a unos simples minutos cada Viernes Santo. A Ella le piden y agradecen, a veces en silencio, a veces desde la más profunda intimidad, pero por un breve instante pudieron verla ataviada con su corona en plata de ley sobredorada, con su manto bordado, rosario de nácar y saya en terciopelo burdeos. Su tocado blanco de formas rectas acentuaba la expresión de la Dolorosa, que inclina su cabeza hacia la izquierda en un gesto de profundo dolor que sus hermanos tratan de dulcificar con el mayor de los cuidados y mimos en cada puntada, en cada alfiler, en cada cirio, en cada mecida, y en cada plegaria en silencio.

Encuentro con las Hermanitas de la Cruz en la Plaza de Arriola.

Tras el discurrir por el Recorrido Oficial, la Archicofradía pudo rodear el interior de la Santa Iglesia Catedral, como era habitual hasta 2019. El aroma del incienso se entremezcló con la frescura de los claveles blancos alineados en piñas con forma de fanal que lucía el trono de la Virgen de los Dolores. Volvió a tener sentido el rezo en la Catedral, todos los hermanos se congregaron bajo las bóvedas del primer templo malacitano en la noche del Viernes Santo.

Para el recorrido de vuelta a la sede canónica, la Archicofradía decidió suprimir su paso por la Plaza de Uncibay y Calderería, para tomar Duque de la Victoria, Plaza del Siglo, Plaza del Carbón, Granada y rodear la Plaza de la Constitución. Ciertamente, y aunque tomar esta alternativa obliga a esperar a que finalicen los pasos por Tribuna Oficial, la corporación se beneficia con esta modificación del itinerario, en el que se apreció un mayor arrope al cortejo. No obstante, la ciudad a esas horas y en esos entornos podría guardar una mayor compostura al paso de la Archicofradía de los Dolores que, a pesar de todo, no perdió la compostura en ningún momento.

Capilla Musical.

Esta corporación no es que encandile a los paladares cofrades más exquisitos de la ciudad, es que es necesaria, en todas sus vertientes, para engrandecer nuestra Semana Santa. Un silencio imprescindible para el reencuentro con el Santísimo Cristo de la Redención, con Nuestra Señora de los Dolores, y porqué no, con nosotros mismos. Las puertas de la Iglesia de San Juan se cerraron un año más, pareció que no había pasado nada, pero sin hacer ruido, Cristo y María en sus Dolores volvieron a redimir a una ciudad en la recta final de la Semana Santa de las primeras veces tras la pandemia. Ese silencio ensordecedor del que tantas veces huimos, para evitar en ocasiones nuestros propios pensamientos, encuentra su razón de ser ante esta corporación. Siempre silencio al paso de los Dolores de San Juan, y que la Capilla Musical sea el dulce acompañamiento a nuestra oración interior.

Fotografías: Salva Fernández.

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