Septiembre mariano malacitano (II): Devoción

Fervor a los Dolores Gloriosos de María. Esta festividad se vivió en la capital con sumo recogimiento y emoción. Las imágenes marianas con dicha advocación se presentaban expuestas en veneración cercana a los devotos

Son tiempos complicados, añoramos muchas cosas que antes formaban parte de la rutina, y ahora parecen lejanas y utópicas. A mediados de septiembre, como marca la tradición, Málaga celebró la festividad de los Dolores Gloriosos de María, y a pesar de todo, la devoción a la Virgen venció, como siempre. Los templos presentaban altares efímeros para conmemorar dicha festividad bajo la furtiva mirada de los que acudieron a rezar y a confesar tantos secretos a sus devocionales imágenes marianas.

Solemnidad en la Parroquia del Buen Pastor. No hay Mayor Dolor que su Soledad, ni más belleza que su sencillez abrumadora. Ataviada con saya bordada en oro, la Hermandad de la Crucifixión expuso durante el solemne triduo a la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad en veneración pública. Durante los cultos, se despidió al cáliz profanado de Qaraqosh tras recorrer varias iglesias y templos malagueños.

Su mirada embrujaba, y atrapó a Noelia García en cuanto se acercó para captar los primeros planos de la Dolorosa. Cinco lágrimas que caen por sus mejillas y que unen a tantas personas que encuentran en Ella su amparo, su soporte, su aliento. Corona y puñal de plata, pequeños faroles a ambos lados, manto negro que cubría con delicadeza su espalda, todo es poco para una Madre.

Veneración a María Santísima del Mayor Dolor en su Soledad.
Fotografía: Noelia García.

Es en ese rinconcito de El Perchel, donde se encuentra la Virgen Coronada de los Dolores. Es en la maravillosa capilla de la Iglesia de San Pedro donde recibió sus cultos, sobre una peana de plata y oro, tras las velas y sus flores rosas, siempre hermosa, la Madre de los archicofrades de la Expiración.

Adrián Ruiz se dejó envolver por el ambiente en el interior del templo. Se fijó en el rosario y el pañuelo, ambos colocados con suma delicadeza en sus finas manos, y en la asombrosa corona ‘de las capillas’ que portaba la imagen mariana. Gusto en cada detalle de ese altar que la corporación del Miércoles Santo montó para María Santísima de los Dolores Coronada.

Culto en honor a María Santísima de los Dolores Coronada.
Fotografía: Adrián Ruiz.

‘Stabat Mater Dolorosa’. A los pies de la cruz del Santísimo Cristo de la Exaltación, se presentaban Nuestra Señora del Mayor Dolor y San Juan Evangelista. La Señora aparecía ataviada de reina, con profusos bordados y joyas moradas en su tocado, las veneradas imágenes podían contemplarse sin el obstáculo de las verjas de su capilla, que se abrieron durante sus cultos.

En cuántas personas pensó Fran Gil durante su estancia en la Iglesia de San Juan Bautista. Recordó a sus amigos que encuentran en la Señora del Mayor Dolor su devoción, el clavo al que agarrarse, el epicentro de sus peticiones y gratitudes. Muestra de ello eran los ramos que, bajo el altar, los fieles fueron depositando. No hay nada que Ella no pueda consolar, ni tan siquiera el Mayor Dolor.

Triduo en honor a los titulares de las Reales Cofradías Fusionadas.
Fotografía: Francisco Gil.

Aires de noche de Viernes Santo en la Iglesia de San Felipe Neri. La oscuridad y el negro enlutado dejaron paso a la luz de un gran altar con cera blanca que iluminaba el semblante siempre sobrecogedor de la Santísima Virgen de los Dolores. El eco lejano de unos tambores roncos todavía atraviesan los corazones malagueños, que añoran ese final a la Semana Santa procesionista, como un enorme puñal clavado en lo más profundo del alma.

Adrián Ruiz no salía de su asombro. La Dolorosa de la Orden Tercera de Siervos de María Santísima de los Dolores -Servitas- celebró su festividad con la imagen mariana ataviada con un manto de camarín bordado y un escapulario que prendía de su mano derecha. Esa imagen que es luz en la oscuridad emanaba vida. Adrián observaba el techo del templo, como buscando el punto exacto al que dirigía su mirada la Señora, como intentando descifrar tanta hermosura en una talla tan pequeña.

Cultos en honor a la Santísima Virgen de los Dolores de Servitas.
Fotografía: Adrián Ruiz.

Y en la Iglesia de Santiago, un joyero. El Amor puede ser Doloroso, pero simplemente perfecto. La Archicofradía de la Pasión celebró un triduo en honor a María Santísima del Amor Doloroso diferente, en otro entorno, y cómo lució la Virgen a los pies del altar de la Iglesia de Santiago. Ella, custodiada por dos velas y dos pequeñas piñas de flores blancas, llamaba la atención de forma poderosa.

Pedro Duarte, maravillado con el atavío que lucía la Virgen, pensó que no había mejor telón de fondo que la Señora bajo la figura del apóstol, o desde un lateral, con los titulares de la Hermandad de la Sentencia en su capilla. Señora de manos entrelazadas, Señora oyente de incesantes súplicas, Señora que desde su peana de plata veló por todos sus devotos un año más en su festividad, con un sentimiento tan diferente al de costumbre.

Salutación a María Santísima del Amor Doloroso.
Fotografía: Pedro Duarte.

La solemnidad de los Dolores Gloriosos se vive con intensidad en la corporación de los Dolores de San Juan. Tras la celebración del triduo, la Archicofradía Sacramental nombró como pregonera de la Pura y Limpia Concepción de María Santísima a la hermana Marta Jiménez Agredano, que recibió el encargo a los pies de Nuestra Señora de los Dolores.

Un altar a la altura de lo que esta corporación acostumbra, tonos dorados y rojos que contrastaban con la oscuridad de su manto. Siempre austera, todos los pormenores cuidados, no había nada al azar. Noelia García quiso detenerse en el gesto de la Virgen, en su cabeza ladeada, en esas manos abiertas en las que tantos depositan sus oraciones. Es la Señora de los Dolores, Ella todo lo puede.

Triduo en honor a Nuestra Señora de los Dolores de San Juan.
Fotografía: Noelia García.

Cruz del Humilladero se tiñó de negro y verde, Dolores y Esperanza. La Hermandad de Humildad y Paciencia volvió a su sede canónica, la Iglesia de San Vicente de Paúl, tras su magnífica restauración. La Virgen lució espectacular en veneración durante su triduo bajo el nuevo retablo del altar que presidía el Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia. Con una mano extendida y la otra sobre su pecho, María Santísima invitaba a la reflexión, a la admiración, a la contemplación.

Ejemplo de corporación de barrio que poco a poco va creciendo, con paso muy firme. Pedro miraba por todas las esquinas del templo, maravillado por la Señora, que en estos días mermó los Dolores y repartió mucha Esperanza. Tocado plisado en el rostro de la Señora, broche y puñal de oro sobre el mismo. Los vecinos del barrio ya tienen a sus titulares de nuevo en casa, se respiraba mucha alegría y satisfacción por el trabajo bien hecho.

Triduo y Veneración a María Santísima de los Dolores y Esperanza.
Fotografía: Pedro Duarte.

En la Iglesia del Santo Cristo de la Salud, la Virgen de la Esclavitud Dolorosa bajó de su capilla y estuvo expuesta repleta de joyas. Su gran corona de plata rompía la figura triangular y recta que formaba su manto. Entre sus manos, la Virgen sostenía los tres clavos como símbolo del precio que pagó el Señor para la libertad de toda Esclavitud.

Una imagen que está recuperando una gran prestancia e importancia en la ciudad gracias al incansable trabajo de sus hermanos. Adrián Ruiz notó perfectamente el mimo y el cariño con el que habían preparado tan exquisita veneración de la Señora de la Esclavitud Dolorosa, siempre peculiar con su personal impronta en el atavío.

Veneración a Nuestra Señora de la Esclavitud Dolorosa.
Fotografía: Adrián Ruiz.

La guardiana del puente abandonó su capilla. La Iglesia de Santo Domingo acogió a Nuestra Señora de los Dolores, de la Cofradía de los Dolores del Puente, para exponer en veneración a la devocional Virgen. Una imagen pequeña que se hizo grande en el inmenso altar del templo. La Señora, ataviada con una saya y manto con profusos bordados, mostraba parte de su pelo gracias al despejado tocado que lució.

Las flores blancas desprendían una fragancia casi primaveral. Pedro agudizó sus cinco sentidos y se plantó frente por frente ante la imponente imagen. Pasaron unos minutos y tras cruzar esos pensamientos, que tantos malagueños comparten, bajo el techo del templo dominicano, volvió a casa con la sensación de haber conversado con la mismísima Señora.

Veneración a Nuestra Señora de los Dolores del Puente.
Fotografía: Pedro Duarte.

La Virgen María tiene un Gran Poder, y esto bien lo saben en el barrio de El Perchel. La guapa imagen mariana de la Cofradía de la Misericordia celebró una festividad en la que no pudo recorrer las calles aledañas a la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen en Rosario de la Aurora, el acto se hizo de forma claustral. Nuestra Señora del Gran Poder estuvo ataviada por Samuel Cervantes.

Sobre una gran peana y un friso de variadas flores en tonos claros se encontró Pedro a la Reina de Plata, que abandonó ese atributo que le caracteriza durante esta solemnidad. Elegancia y poderío en la Dolorosa que presidía su capilla. Realeza de María, Dolores Gloriosos percheleros.

Culto en honor a Nuestra Señora del Gran Poder.
Fotografía: Pedro Duarte.

Así fueron los cultos dedicados a esta festividad mariana en los que la figura de María destacaba por encima de grandes adornos y altares. Poco a poco las hermandades y cofradías deben ir cuidando estas celebraciones religiosas para lograr acercar las sagradas imágenes a sus devotos y conseguir ese ambiente y clímax de rezo y oración.

Este artículo es la segunda parte de la trilogía ‘Septiembre mariano malacitano’.
Septiembre mariano malacitano (I): Admiración
Septiembre mariano malacitano (III): Veneración

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